Del Señor son las bases de la tierra; sobre ellas ha afirmado el mundo. El Señor vigila los pasos de sus fieles, pero los impíos mueren en medio de las tinieblas, porque nadie triunfa por sus propias fuerzas (1 Samuel 2:8b-9).
Cuando éramos pequeños y algo nos asustaba, podíamos salir corriendo a los brazos de papá y mamá y al instante sentirnos seguros. Sabíamos que, de alguna forma, ellos estaban en control. Sin embargo, conforme crecimos, nos fuimos dando cuenta de que en realidad no era así. Nuestros padres no podían estar en control todo el tiempo, y sin lugar a dudas había muchas cosas que se les escapaban de las manos. Al igual que nosotros, papá y mamá estaban llenos de incertidumbres, dudas y temores.
Al convertirnos en adultos, todo cambió: nos independizamos, conseguimos un trabajo y rentamos nuestro primer departamento. Por fin parecía que éramos nosotros los que teníamos el control de nuestra vida. Pero no pasó mucho tiempo hasta que nos dimos cuenta de que la vida no era tan fácil como esperábamos y que controlar cada situación era una tarea imposible.
Si nuestros padres no están en control y nosotros mucho menos, entonces ¿quién lo está?
El único que tiene el poder para estar en control es Aquél a quien pertenecen las bases de la tierra, Aquél que afirmó sobre ellas el mundo entero, Aquél que hace triunfar al débil y humilla a los orgullosos. Estamos hablando de nuestro Dios. Dios tiene la capacidad de humillar al fuerte y exaltar al débil, porque Él siempre está en control. Si Dios no estuviera en control, tal vez los fuertes y poderosos podrían hacer lo que quisieran y Dios no podría hacer nada al respecto para defendernos. Pero el Señor se levanta y ante nuestros propios ojos derrota a nuestros enemigos. Hace más de dos mil años el Ungido de Dios, nuestro Señor Jesucristo, se levantó de la tumba para derrotar a nuestro más grande enemigo: la muerte. Al hacerlo, nos demostró una vez más que Dios siempre está en control.
Señor, gracias por ser tú quien está en control y por siempre defendernos y velar por nuestro bien. Amén.
Para reflexionar:
*¿Cómo haces para dejar que Dios esté en control?
*¿Con quién puedes compartir hoy la certeza de la buena voluntad de Dios para quienes confían en Él?
Sra. Abigaíl Ramírez