Pues no tengo dudas de que las aflicciones del tiempo presente en nada se comparan con la gloria venidera que habrá de revelarse en nosotros. Romanos 8:18
«No te preocupes. Todo va a estar bien.» ¿Cuántas veces has escuchado estas palabras? Cuando vas a tener una cirugía, cuando tienes problemas familiares o personales o cuando está luchando por sobrevivir porque tus gastos superan con creces tus ingresos, alguien inevitablemente te dice: «No te preocupes. Todo va a estar bien».
Por lo general, esas palabras son un consuelo mínimo, porque quien las pronuncia no tiene solución para los problemas que estás enfrentando y, lamentablemente, no hay una base real para asegurarte que todo va a estar bien. Entonces, sonríes débilmente, agradeces a la persona por su comentario y continúas preocupándote por el problema que enfrentas.
Sin embargo, hay Uno que te dice: «No te preocupes» y que puede decirlo con absoluta confianza y autoridad. Ese es Jesucristo. Y Él quiere decir exactamente lo que dice, aunque a veces dudemos de su mensaje o no entendamos su significado. Cuando dudamos o no captamos las palabras de consuelo de nuestro Señor, no estamos solos. Incluso sus seguidores más cercanos no siempre lo comprendieron ni confiaron completamente en sus palabras, aun cuando fueron testigos de su crucifixión y resurrección.
¿Qué quiere decir Jesús cuando nos dice que no nos preocupemos por la comida, la ropa o todas las cosas que nos ponen ansiosos en esta vida? (Ver Mateo 6: 25-34.) Estos son los momentos en los que necesitamos apoyarnos en Él con fe, confiando en que Aquel que venció nuestros pecados más oscuros en la cruz está con nosotros ahora y en todos nuestros días futuros.
¿Conoces a Dietrich Bonhoeffer? Fue un pastor luterano y teólogo erudito que desafió audazmente a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Unos meses antes de ser ejecutado el 9 de abril de 1945, escribió una carta a sus amigos desde la prisión. La carta expresa bellamente su fe en Dios y les dice a sus amigos que no se preocupen por él. Sus palabras ofrecen consuelo y fortaleza a todos los cristianos que están preocupados por sus vidas o por las vidas de otros.
Bonhoeffer escribió el 23 de agosto de 1944: “Por favor, no se preocupen por mí, pero no se olviden de orar por mí, ¡estoy seguro de que no será así! Estoy muy seguro de que la mano de Dios me guía, y espero no perder nunca esa certeza. No duden nunca que estoy recorriendo el camino preparado para mí con gratitud y alegría. Mi vida pasada está repleta de la bondad de Dios y mis pecados están cubiertos por el amor perdonador de Cristo crucificado».
Esa es la fe y seguridad que también nosotros podemos tener, sin importar cuáles sean nuestras circunstancias, pues estamos en las manos misericordiosas de Dios. La Biblia nos lo dice: “¿Qué más podemos decir? Que si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar en contra de nosotros. El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8: 31-32).
Su amor no tiene límites. Podemos saberlo porque nos lo ha mostrado en Jesucristo.
ORACIÓN: Padre Celestial, consuela nuestros corazones cuando están abrumados por la preocupación. En el nombre de Jesús. Amén.
Preguntas de reflexión:
¿Cómo podemos mantenernos arraigados en la fe cuando las cosas se ven realmente sombrías?
¿Recuerdas algún momento en el que te sorprendiste de lo valiente que eras?
The Lutheran Layman, mayo de 1978, Ron Schlegel