El Cristo que nació como bebé en Belén, tan pequeño, tierno y vulnerable, no es un ser espiritual como un ángel, sino el Hijo engendrado de Dios con todo el poder y la autoridad que conlleva esa posición. El Profundo Amor del Padre hizo que Jesús naciera en un humilde pesebre, caminara entre nosotros y finalmente sacrificara su vida para así, a través de su sangre derramada, ganar la salvación para el mundo entero.
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