Busquen al Señor mientras puede ser hallado, llámenlo en tanto que está cerca. 7 Abandone el impío su camino, y el hombre malvado sus pensamientos, y vuélvase al Señor, que tendrá de él compasión, al Dios nuestro, que será amplio en perdonar. 8 «Porque Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, ni sus caminos son Mis caminos», declara el Señor. 9 «Porque como los cielos son más altos que la tierra, así Mis caminos son más altos que sus caminos, y Mis pensamientos más que sus pensamientos. Isaías 55:6-9
Cuando era pequeña y me metía en problemas, lo último que quería hacer era irme a casa. Sabía lo que me esperaba: más problemas, gritos y castigos. Por eso hacía casi cualquier cosa para retrasar la hora de volver a casa.
Es una respuesta bastante normal, ¿verdad? Hacemos el mal y luego huimos del lugar donde lo hicimos. Evitamos a la persona a la que hicimos daño, porque no queremos enfrentarnos a ella y su enojo o decepción. No iremos a «casa», donde sea que esté, porque nada bueno nos espera, y lo sabemos.
Eso es lo que hace que nuestra lectura de Isaías sea tan extraña. Dios nos dice: “Abandone el impío su camino, y el hombre malvado sus pensamientos, y vuélvase al Señor, que tendrá de él compasión, al Dios nuestro, que será amplio en perdonar”. ¿Tendrá compasión de él? ¿Perdón en abundancia? ¿Qué estaría pensando Dios? Ese no es un regreso normal a casa. ¿Acaso es esto posible?
Pero esas son las palabras que nos dice el Espíritu Santo. Entonces miramos hacia arriba y a los lugares donde nos escondemos, y nos preguntamos si tal vez, solo tal vez, Dios podría decirlo en serio. Quizás, solo quizás, no nos va a gritar ni a condenar, ni no dará lo que sabemos que merecemos. Tal vez podamos volver a casa, regresar al Señor, encontrar paz, gozo y amor nuevamente, a pesar de quiénes somos y de lo que hemos hecho. Quizás Dios se toma en serio su oferta.
Y descubrimos que lo es. Él quiere que volvamos a casa, quiere que sus hijos sean perdonados, limpios y felices; y lo quiere tanto, que entregó su vida para hacerlo posible. Eso es lo que Jesús hizo cuando vino a este mundo: buscó a los perdidos, a todos los que hicimos mal y luego huimos. Vino a traernos a casa. ¿Y si la única forma de lograrlo implicara sufrimiento y muerte? Él estuvo dispuesto a pagar ese precio. Lo pagó por mí y lo pagó por ti.
Dios quiere que vuelvas a casa. Él quiere que estés en casa para siempre, no como un niño en libertad condicional hasta que cometas el próximo error y te escapes de nuevo. Él quiere que estés en casa para siempre, siempre con Él, siempre perdonado, siendo poco a poco transformado a la imagen del Hijo de Dios. Eso es lo que nos espera. Escuchemos a Jesús, pongamos nuestra mano en la suya y vayamos a casa.
ORACIÓN: Querido Padre, ayúdame a vivir contigo para siempre como tu hijo perdonado. Amén.
Preguntas de reflexión:
¿Alguna vez recibiste misericordia y perdón en vez de juicio y condenación?
¿Qué tan fácil o difícil es para ti confiar en el perdón de Dios?
Dra. Kari Vo