[Dijo Jesús] «No se turbe su corazón. Ustedes creen en Dios; crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchos aposentos. Si así no fuera, ya les hubiera dicho. Así que voy a preparar lugar para ustedes. Y si me voy y les preparo lugar, vendré otra vez, y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, también ustedes estén. Y ustedes saben a dónde voy, y saben el camino.» Tomás le dijo: «Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo podemos saber el camino?» Jesús le dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí (Juan 14:1-6).
¡Miren con qué sencillez habla Jesús a sus discípulos! Usa oraciones cortas y palabras tan claras, que hasta un niño puede entenderlas. De hecho, me recuerda la forma en que una vez le hablé a mi hijo cuando lo dejaba en el preescolar. Fue algo así como: “Mami y papi tienen que irse a trabajar, pero nos verás pronto. Volveremos y nos iremos a casa juntos”.
Los padres hablan así a sus hijos porque entienden que el niño está nervioso por la separación. ¡No les gusta ver a mamá o papá saliendo por la puerta! Y los discípulos de Jesús enfrentarían algo mucho más difícil en solo unas pocas horas: verían a su amado Señor traicionado, arrestado y muerto en una cruz. ¡Qué aterrador iba a ser eso! Jesús sabía que no estaban listos, aunque había tratado de prepararlos. Y así, por amor, los volvió a tranquilizar diciéndoles: “Vendré otra vez y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, también ustedes estén”.
Ahora que Jesús ha resucitado de entre los muertos, entendemos mejor por qué tuvo que irse. Sabemos que con su muerte y resurrección Jesús nos rescató del poder del diablo y nos llevó al reino de su Padre. Y sabemos que Él cumple sus promesas, porque resucitó de entre los muertos, tal como dijo que lo haría. Esto hace que sea más fácil para nosotros confiar en Él ahora que ha regresado al Padre y que ya no lo vemos más. Podemos estar seguros de que vendrá nuevamente en gloria al fin del mundo y nos traerá a nosotros y a todo su pueblo a vivir con Él para siempre en el reino de Dios.
¡Miren la maravillosa bondad de nuestro Dios, que se preocupa por nuestros sentimientos cuando tenemos miedo y ansiedad, incluso cuando Él mismo está a punto de enfrentarse a la muerte! Si Dios nos amó tanto entonces, ciertamente cuidará de nosotros ahora que estamos ansiosos y temerosos. Podemos contar con Él para cumplir sus promesas para siempre.
Oremos: Querido Señor, cuando esté ansioso y temeroso, quédate conmigo y fortaléceme. Amén.
Para reflexionar:
- Cuando estás ansioso, ¿cómo recurres al Señor en busca de ayuda?
- ¿A quién puedes ayudar que se encuentre preocupado o asustado, así como Jesús te ha ayudado a ti?
Escrito por la Dra. Kari Vo