En ese instante se les abrieron los ojos a los dos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entonces tejieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas. El hombre y su mujer oyeron la voz de Dios el Señor, que iba y venía por el huerto, con el viento del día; entonces corrieron a esconderse entre los árboles del huerto, para huir de la presencia de Dios el Señor. Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde andas?” Génesis 3:7-9
Qué horrible cuando repentinamente se rompe la confianza que teníamos con una persona amada. Aquel cuya presencia nos animaba, nos alegraba, de pronto se transforma en un ser que nos incomoda, alguien a quien no podemos mirar a los ojos, nos causa vergüenza o nos enoja.
A veces la ruptura de esa confianza ha sido causada por nosotros. ¡Cuánto daríamos por retroceder la historia y recuperar ese vínculo precioso que nos unía! Pero sabemos que hay “algo” que lo impide, un obstáculo que necesita ser eliminado. Fugarnos, escondernos, alejarnos, parece ser lo único que podemos hacer por el momento …
Puede que la ruptura sea causa de la otra persona. Nos defraudaron. Nos engañaron. Nos mintieron. ¿Qué hacer? Ahí quizá nos sentimos con derecho a tomar distancia, a ignorar, a dejar que el otro “sufra” por lo que hizo. ¿Hasta cuándo?
En el Edén, Dios tenía esta última opción. Adán y Eva habían hecho pedazos la confianza con su Creador. Optaron por huir y esconderse. Sin embargo, Dios daría el paso para restaurar lo que esa desobediencia había destruido. Es el amor por su creatura lo que lo impulsa a buscarnos para eliminar nuestra culpa y vergüenza.
“¿Dónde andas?” es su pregunta también hoy. Él quiere reconquistar tu corazón. Quiere decirte que su Hijo ya pagó en la cruz por el daño que hiciste. Cuaresma es tiempo de pensar en ello. No te escondas. Oye su voz amorosa.
Querido Dios: no quiero vivir escondiéndome de ti. Perdón por mis faltas. Ayúdame a regresar a tu presencia. Amén
Para reflexionar
¿Qué te impide reconciliarte con alguien cuya confianza has traicionado?
¿Qué respuesta tienes ante el “dónde andas” de Dios?
¿Qué te impide retornar a su presencia en confianza?