…santificado sea tu nombre (Mateo 6:9c).
Hace muchos años fui maestra de español como segunda lengua. Una de las primeras lecciones que les daba a mis alumnos era aprender a presentarse. Practicaban preguntándose unos a otros: ¿Cómo te llamas? Y es que nuestro nombre es importante: nos distingue, nos conecta con otros, refleja nuestra reputación y responsabilidad, y puede ser parte de nuestro legado. Es como nuestra firma personal, esencial para nuestra identidad y relaciones.
Del mismo modo, cuando hablamos del nombre de Dios, nos referimos a su carácter, su esencia, su reputación. Es algo sagrado por naturaleza, pero al mismo tiempo, cuando decimos «Santificado sea tu nombre», estamos pidiendo que su santidad se manifieste en nuestras vidas y en el mundo que nos rodea.
La lectura de hoy forma parte del Sermón del Monte, donde Jesús enseña a sus seguidores cómo orar. Es la primera Petición del Padrenuestro y nos enseña a reconocer la santidad del nombre de Dios y a buscar su santificación en nuestras vidas. Aquí pedimos que su nombre sea tratado con respeto y reverencia tanto por nosotros como por otros. Es una forma de reconocer la grandeza y la santidad de Dios y de expresar nuestro deseo de que su voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo.
“El nombre de Dios ya es santo de por sí; pero rogamos con esta petición que sea santificado también entre nosotros”. ¿Cómo ocurre esto? Bueno, en primer lugar, al vivir conforme a la Palabra de Dios. Cuando escuchamos su enseñanza y la aplicamos en nuestras vidas, estamos contribuyendo a la santificación de su nombre. Pero también, cuando compartimos el mensaje de su amor y gracia con los demás, estamos proclamando su santidad.
Así que, en nuestra vida diaria, al recordar esta petición del Padrenuestro, honremos el nombre de Dios con nuestras acciones y nuestras palabras. Proclamemos su santidad en todo lo que hacemos. Y cuando fallemos, recordemos que Jesús está ahí para perdonarnos y capacitarnos de nuevo.
Oremos: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Gracias por revelarnos la importancia y la santificación de tu nombre en nuestras vidas. Ayúdanos a vivir de acuerdo con tu voluntad y a proclamar tu santidad a través de nuestras acciones y palabras. Gracias porque en Cristo, encontramos perdón y fortaleza para honrar tu nombre. En el nombre de Jesús. Amén.
Para reflexionar:
*Lee Lucas 11:9-13. ¿Cómo nos enseña Jesús a honrar el nombre de su Padre?
*¿De qué formas puedes honrar el nombre de Dios hoy?