Entonces Pedro le dijo: “Aunque todos se escandalicen, yo no lo haré.” Jesús le dijo: “De cierto te digo que esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres veces.” Pero Pedro insistía: “Aun si tuviera que morir contigo, no te negaré.” Y todos decían lo mismo. Marcos 14:29-31
Jesús nos conoce. Él sabe bien si podremos cumplir nuestras promesas o si terminaremos fracasando rotundamente, como hizo Pedro. Con liviandad o entusiasmo, hemos hecho muchas promesas que nos cuesta sostener: te lo devolveré la semana que viene, lo arreglaré ni bien pueda, no lo volveré a hacer, te amaré para siempre … ¿Nos suena conocido? Eso somos nosotros, aunque nos dé vergüenza admitirlo. Entre el dicho y el hecho, hay un largo trecho. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.
Pedro y los demás pensaron que era oportuno decirle a Jesús que no iban a fallarle, que estarían con Él hasta la muerte. ¡Qué poco se conocían a sí mismos! Aparentaban tener vocación de mártires, pero no tenían ni el coraje ni la convicción. Y en realidad, tampoco era necesario que ellos muriesen: la muerte de ellos no iba a producir –de ningún modo- los beneficios que iba a generar la muerte de su maestro. La de ellos sería una muerte sin sentido.
Pero de este lado de la cruz y del sepulcro vacío, prácticamente todos ellos encontrarían la muerte por causa del evangelio. En semana santa su muerte hubiese sido una necedad; después de su envío como mensajeros del evangelio, su martirio fue una ofrenda y un testimonio perfectos. ¿Qué promesas le has hecho a Jesús? ¿Sientes vergüenza por no cumplirlas? ¿Has hecho sufrir a quienes te aman? Pedro, arrepentido, encontró el perdón y la restauración y terminó siendo un gran apóstol. Hay esperanza para los que fallan.
Jesús quiere y puede levantarnos de donde hemos caído. Su perdón está disponible hoy para ti y para mí.
Te pido perdón, querido Jesús, por fallarte tantas veces. Ayúdame a cumplir mis promesas. Amén
Para reflexionar
¿Cómo has remediado el haberle fallado a alguien?
¿Eres propenso a hacer promesas que te cuesta cumplir?
¿Crees que Jesús te recibirá de nuevo tras haberle fallado?