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Pero el Señor le dijo: «No te dejes llevar por su apariencia ni por su estatura, porque éste no es mi elegido. Yo soy el Señor, y veo más allá de lo que el hombre ve. El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero yo miro el corazón» (1 Samuel 16:7).
En un mundo donde se nos bombardea constantemente con estándares de belleza poco realistas, es fácil perder de vista lo que realmente importa a los ojos de Dios. En el podcast Sentido Latino, de Cristo Para Todas Las Naciones, reflexionamos hoy sobre este tema.
Dios nos recuerda que él no se deja llevar por la superficialidad o los estándares mundanos de belleza. Él ve directamente al corazón. Pero muy a menudo permitimos que nuestra autoestima sea dictada por la forma en que nos vemos en el espejo o por cómo creemos que nos ven los demás. Sin embargo, nuestro valor no está determinado por nuestra apariencia física. En nuestro bautismo somos adoptados como hijos de Dios y hechos nuevas criaturas en Cristo. Esto significa que nuestra identidad y nuestro valor no están vinculados a cómo nos vemos en el exterior, sino a quiénes somos en Cristo. Somos amados, aceptados y valorados por Dios. Él nos ve como somos y nos ama incondicionalmente.
Así que necesitamos aprender a amarnos a nosotros mismos como Dios nos ama. Esto significa aceptar nuestras imperfecciones y abrazar nuestra singularidad. Significa dejar de compararnos con los estándares del mundo y empezar a vernos a nosotros mismos a través de los ojos de Dios. Y también significa extender esa misma gracia y amor a los demás. Necesitamos dejar de juzgar a las personas por su apariencia externa y empezar a verlas como Dios las ve: como seres creados a su imagen y semejanza, amados y valorados por Él.
Que podamos aprender a vivir en la verdad de Dios sobre nuestra imagen corporal y a celebrar la belleza de la diversidad que Él ha creado en nosotros.
Oremos: Padre nuestro, te agradecemos por recordarnos que nuestro valor no está en nuestra apariencia externa, sino en nuestra identidad en Cristo. Ayúdanos a vivir cada día en la plenitud de tu amor y gracia, extendiendo esa misma compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás. Amén.
Para reflexionar:
*¿De qué manera puedes practicar la aceptación y el amor incondicional hacia ti mismo, reconociendo que eres una nueva criatura en Cristo a través del bautismo?
*¿Cómo puedes extender a otros la misma gracia y amor que Dios te ha dado, viéndolos a través de los ojos de Dios y reconociendo su valor como seres creados a su imagen y semejanza?
Diaconisa Noemí Guerra