Como aceite precioso – Cristo para Todas las Naciones

¡Qué bueno es, y qué agradable, que los hermanos convivan en armonía! Es como el buen perfume que resbala por la cabeza de Aarón, y llega hasta su barba y hasta el borde de sus vestiduras. Salmo 133:1-2

Estamos totalmente de acuerdo en que es bueno y agradable cuando los hermanos y hermanas viven en unidad. Pero en cuanto al aceite precioso que corre por la cabeza, la barba y el cuello de Aarón, bueno, eso no suena muy agradable. Suena un poco pegajoso y maloliente.

Aarón y sus hijos servían como sacerdotes del antiguo Israel. Antes de comenzar el servicio sacerdotal, el sumo sacerdote Aarón y sus hijos fueron lavados, vestidos con las vestiduras sagradas y ungidos con aceite. Dios dijo que: “Su unción les servirá por sacerdocio perpetuo, por todas las generaciones” (Éxodo 40:15b). El aceite que se usaba para la unción no era un aceite de oliva común y corriente. Dios mismo proporcionó una receta para el preciado aceite, enumerando los ingredientes en sus cantidades adecuadas. El aceite de la unción era una mezcla de mirra líquida, canela aromática, caña aromática, casia y aceite de oliva. El aceite creado no se podía verter sobre una “persona común” y la receta no debía reproducirse para ningún otro propósito (ver Éxodo 30:22-33). Este precioso aceite se derramó sobre Aarón y sus hijos como señal de santidad y de las ricas bendiciones de Dios, como señal de que estaban apartados para servir.

Nosotros también hemos sido ungidos y apartados para servir en Cristo Jesús. Somos sacerdotes santos de Dios: “Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncien los hechos maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.” (1 Pedro 2:9). Al ser ungidos en nuestro Bautismo con agua y el Espíritu Santo, somos apartados para proclamar la bondad de Dios, quien nos llamó de las tinieblas del pecado a la luz de Cristo. Así como Aarón fue lavado y vestido con vestiduras sagradas, nosotros somos lavados de nuestros pecados y revestidos de la justicia de Cristo. En el llamado bautismal al servicio santo, recibimos el don de la unidad con nuestros hermanos y hermanas en Cristo Jesús: “Porque todos ustedes, los que han sido bautizados en Cristo, están revestidos de Cristo. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:27-28).

Poco antes de que Jesús tomará su cruz, oró por aquellos que creerían a través del testimonio de sus apóstoles, los nuevos creyentes, para que “todos ellos estén unidos” así como Él y su Padre son uno (Juan 17:21a). ¡Esta unidad con nuestro Salvador y entre nosotros es un don que se nos da en el Bautismo, una rica bendición de unidad derramada por el Espíritu Santo, tan rica y preciosa como el aceite sagrado que una vez corrió de la cabeza de Aarón, hasta su barba y el cuello de su túnica!

ORACIÓN: Señor Jesús, te doy gracias y te alabo por la preciosa unidad que es el don del Espíritu. Amén.

Para reflexionar:

¿Qué piensas que significa ser ungido?

¿Cómo nos “unge” Dios a través del bautismo?

Dra. Carol Geisler

 

Write a comment:

*

Your email address will not be published.

© 2008 - 2022 Cristo para Todas las Naciones Guatemala