
Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios (Efesios 2:8).
La autora de esta devoción nos dice: Mi esposo y yo comenzamos a ser novios el primero de febrero de 1998. Pero desde julio del 99 hasta junio del 2001 vivimos en ciudades muy, muy lejos uno del otro. Hablábamos por teléfono cada vez que podíamos, pero en esa época, las llamadas de larga distancia eran carísimas, así que nos escribíamos cartas. ¡Tenemos bolsas llenas de esas cartas de amor! Durante casi dos años, esas cartas fueron nuestra forma de mantener viva nuestra relación. Cada una nos recordaba cuánto nos amábamos y nos daba la fuerza para esperar con ansias el día de nuestra boda.
Los Sacramentos son como cartas de amor de Dios, pero aún más poderosas. En el Bautismo y la Santa Cena, Jesús no solo te dice que te ama, sino que actúa directamente en tu vida. Según la Confesión de Augsburgo, los Sacramentos no solo sirven para identificar a los cristianos; son señales vivas de la voluntad de Dios para despertarte y fortalecer tu fe.
En la lectura de hoy Pablo recuerda a los cristianos de Éfeso que su salvación no dependía de sus méritos o esfuerzos, sino de la obra completa de Cristo en la Cruz. Este es el mensaje central de los sacramentos: no son actos que tú haces por Dios, sino regalos que Dios te da porque te ama.
Usar correctamente los sacramentos significa acercarte a ellos con fe, la fe que te da Dios por su Palabra. Así que, si alguna vez te sientes débil o inseguro, recuerda que Jesús viene a ti en sus cartas de amor de los Sacramentos para renovarte, fortalecerte y recordarte su amor constante e inquebrantable.
Oremos: Padre nuestro, gracias por amarnos tanto que enviaste a tu Hijo a salvarnos y nos dejaste los sacramentos como cartas de amor que fortalecen nuestra fe y nos aseguran tu gracia y perdón. Amén.
Para reflexionar:
*¿Cómo ha usado Dios momentos en tu vida como cartas para recordarte su amor constante?
*Recuerda alguna vez en la que sentías que no podías acercarte a Dios y luego descubriste que Él ya estaba contigo a través de sus sacramentos.