La visión va a tardar todavía algún tiempo, pero su cumplimiento se acerca, y no dejará de cumplirse. Aunque tarde, espera a que llegue, porque vendrá sin falta. No tarda ya (Habacuc 2:3).
Habacuc había tenido suficiente. No podía entender por qué la gente malvada prosperaba, por qué sufrían los indefensos, por qué Dios tardaba tanto en salvar. La respuesta de Dios probablemente no fue la respuesta que esperaba escuchar: “Aunque tarde”, dice Dios, “espera a que llegue, porque vendrá sin falta”. El pueblo de Dios hoy tiene preguntas como las de Habacuc. Sabemos que Dios envió a Jesús para salvarnos. Y sabemos que Dios quiere que todos se salven. Entonces, si Dios tiene la “medicina” para curar a todos, ¿por qué se demora en esparcir la solución?
Para responder, primero debemos aclarar qué significa que alguien sea salvo. Ser “salvo” significa ser sacado del peligro a la seguridad, o de la enfermedad a la salud. La Biblia dice que es cuando una persona sale de la separación de Dios y entra en una relación de confianza con Dios que da vida. La salvación es relacional. Y las relaciones de confianza toman tiempo para fomentar. Desear que Dios pase por alto las relaciones para salvar a las personas, sería como tratar de cambiar la propia definición de Dios de lo que significa ser salvo.
Pero, si Dios quiere llevar a todos a una relación vivificante con Él, ¿por qué algunos se salvan y otros no? Dios no ha revelado una respuesta a esa pregunta, pero sí nos ha mostrado que Él es relacional hasta la médula: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios es una familia, una amistad, un compañerismo de amor mutuo y confianza desde la eternidad. Entonces, tiene sentido que Dios crearía un mundo que también es relacional con el núcleo. Y también que hay consecuencias terribles y potencialmente eternas cuando lo traicionamos, cuando amamos más las cosas que Dios creó en vez de a Dios mismo. Ese es el peligro en el que estamos: el peligro de perder la relación. Y la única forma de salvar la relación es que Dios nos muestre que Él es mejor, más digno de confianza, más satisfactorio que la suma de todas sus cosas. La solución no es medicinal, es relacional. La “medicina” que necesitamos es que Dios nos muestre que Él es el único que necesitamos. Y eso lo ha hecho en Jesús.
Las personas que confiamos en Jesús hablamos de Él con los demás, de lo que Él ha hecho, está haciendo y aún promete hacer, porque esa Palabra de Dios que edifica la confianza es la única forma en que cualquiera puede ser salvo. Dios se complace en trabajar a la velocidad de las relaciones porque su compañerismo, su familia, su paternidad, Él mismo, es la cura que necesitamos.
Oremos: Querido Jesús, Tú eres la salvación de Dios en persona. Ayúdame a conocerte más y a darte a conocer para que otros se salven. Amén.
Para reflexionar:
*Desde la ascensión de Jesús, cada nuevo cristiano comienza a confiar en Cristo confiando en otro cristiano. ¿Por qué se complace Dios en difundir su salvación de esta manera?
*¿Qué conocimientos aporta a la pregunta anterior lo que dice en Gálatas 2:20?
Escrito por el Rev. Michael Ziegler, orador de la hora luterana