Una gran multitud lo seguía y lo apretujaba. Allí estaba una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias… se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó el manto. Y es que decía: “Si alcanzo a tocar aunque sea su manto, me sanaré.” Y tan pronto como tocó el manto de Jesús, su hemorragia se detuvo, por lo que sintió en su cuerpo que había quedado sana de esa enfermedad. Jesús se dio cuenta enseguida de que de él había salido poder. Pero se volvió a la multitud y preguntó: “¿Quién ha tocado mis vestidos?” … Entonces la mujer, que sabía lo que en ella había ocurrido, con temor y temblor se acercó y, arrodillándose delante de él, le dijo toda la verdad. Jesús le dijo: “Hija, por tu fe has sido sanada. Ve en paz, y queda sana de tu enfermedad.” Marcos 5:24b-25, 27b-30, 33-34
La mujer de esta historia tenía buenas razones para tener miedo. De acuerdo con la tradición, su enfermedad la hacía impura y no debía estar en una multitud, y mucho menos tocar a un rabino famoso. Pero ella estaba desesperada, por lo que decidió “robar” su curación tocando la ropa de Jesús y desapareciendo luego, todo secretamente.
Pero Jesús quería algo mejor para ella, por lo que tan pronto como se dio cuenta de lo que había sucedido, se hizo cargo del asunto. Ella le dijo la verdad y, en lugar de ser castigada, fue bendecida: Jesús confirmó públicamente su curación, la llamó “hija” y la despidió en paz. De esa manera, Jesús le devolvió a la mujer su vida física, espiritual, social y emocional.
Dios se preocupa por ti de la misma manera. Quizás estés buscando su ayuda desesperadamente para algo, y es bueno que así lo hagas. Pero él quiere darte más: quiere que seas su hijo gozoso, bendecido y perdonado, que experimentes la vida real que Jesús ofrece a todos los que confían en él. Por eso Jesús murió y resucitó… por ti.
Señor, dame lo que tú sabes que necesito. Amén.
Para reflexionar
¿Alguna vez has tratado de conseguir algo a escondidas?
¿Qué le pedirías hoy a Jesús?
¿Qué cosas buenas te ha dado Dios sin que se las pidieras?