A los pies de Jesús – Cristo para Todas las Naciones

El Señor es bueno y recto; por eso enseña a los pecadores el camino. El Señor muestra su camino a los humildes, y los encamina en la justicia. 10 Misericordia y verdad son los caminos del Señor para quienes cumplen fielmente su pacto. Salmo 25:8-10

Cuando Jesús vio una gran multitud que salía corriendo de los pueblos vecinos para encontrarlo, “tuvo compasión de ellos, porque parecían ovejas sin pastor, y comenzó entonces a enseñarles muchas cosas” (Marcos 6: 34b). Dondequiera que el Buen Pastor encontraba a sus ovejas, las sanaba, las alimentaba y reunía a esos amados pecadores y los instruía en los caminos de Dios. Jesús enseñó a multitudes, así como a individuos y a su pequeño grupo de discípulos. En el pueblo de Betania, María, la hermana de Marta, «se sentó a los pies de Jesús para escuchar lo que él decía» (Lucas 10: 39b). En el camino a Emaús, en la primera tarde de Pascua, los corazones de dos discípulos ardieron dentro de ellos cuando el Señor resucitado “les abrió el entendimiento para que pudieran comprender las Escritura” acerca de Su vida, muerte y resurrección (Lucas 24:45).

Todos los que aman al Señor Jesús agradecerían la oportunidad de sentarse a sus pies y escuchar sus enseñanzas. Ojalá pudiéramos haber estado en ese camino a Emaús o sentados entre las multitudes que lo escucharon proclamar el reino de Dios. Nos habría gustado unirnos a María de Betania sentada a los pies de Jesús. Aun hoy tenemos esa oportunidad cada vez que leemos y escuchamos Su Palabra, mientras Él “instruye a los pecadores en el camino” y “guía a los humildes en lo que es correcto. » Cuando escuchamos, el Espíritu Santo obra a través de la Palabra mientras glorifica a Jesús y nos guía «a toda la verdad» (ver Juan 16: 13-14).

A través de su Palabra, el Señor instruye a los pecadores y «enseña a los humildes su camino». El espejo de su Ley nos muestra nuestros pecados, y el Espíritu nos lleva a reconocer y confesar que no hemos andado en los caminos del Señor. Con humildad arrepentida admitimos ante Dios que no hemos cumplido “su pacto y sus testimonios” y le pedimos perdón. A través de la dulce y consoladora Palabra del Evangelio, el Espíritu Santo nos ilumina y vuelve nuestro corazón al “amor constante y la fidelidad” de Dios. Aunque constantemente fallamos en seguir su Palabra y hacer lo correcto, Dios no dejó de cumplir su promesa del pacto de enviar a su Hijo para expiar nuestros pecados.

El Buen Pastor dio su vida para salvar a sus ovejas descarriadas. Ahora nos da la bienvenida en su presencia, perdona nuestros pecados y nos guía por la justicia, en sus “sendas de justicia” (ver Salmo 23: 3b). Cada vez que abrimos la Palabra, el Espíritu abre nuestros corazones y nos une a esos primeros discípulos, María de Betania y tantos otros, para sentarnos humildemente a los pies de Jesús.

ORACIÓN: Señor y Salvador, mi buen Pastor, guíame en tus caminos y enséñame según tu Palabra. Amén.

Preguntas de reflexión:
Aparte de leer la Biblia, ¿cómo te instruye Dios en tu vida?
¿Ha asumido el papel de pastor con alguien? ¿De qué manera?

Dra. Carol Geisler

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