Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos, junto al lago de Tiberias; y lo hizo de esta manera: …Al descender a tierra, vieron brasas puestas, un pescado encima de ellas, y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de pescar.» Simón Pedro salió del agua y sacó la red a tierra, llena de grandes pescados. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de ser tantos la red no se rompió. Jesús les dijo: «Vengan a comer.» Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Tú, quién eres?», pues sabían que era el Señor. Entonces, Jesús tomó el pan y les dio de él, lo mismo que del pescado. Ésta era la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos. (Juan 21:1, 9-14)
Jesús está preparando el desayuno. ¡Qué imagen tan tranquila, humilde, y hogareña! De ninguna manera es como yo esperaría que el Hijo de Dios se revelara después de su resurrección. Si me hubiera consultado, probablemente le hubiera recomendado algún milagro ante miles de personas, con música y fuegos artificiales. Pero Jesús no hizo eso.
Juan nos dice: «Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos, junto al lago de Tiberias; y lo hizo de esta manera: … Al descender a tierra, vieron brasas puestas, un pescado encima de ellas, y pan.» Piensa en la preparación de esa comida. Jesús debe haber estado en la orilla por un buen rato para tener el fuego listo y el pescado limpio y preparado para cocinar. ¿Y de dónde exactamente sacó el pan y el pescado? Ciertamente, pudo haberlos provisto por milagro, de la nada, pero ese no parece ser su estilo. Sospecho que había visitado uno de los pueblos cercanos en busca de suministros.
Sea como sea, Jesús examina los preparativos y decide que se necesitan más pescados. Le pide a los discípulos que los traigan. Es algo que cualquier cocinero en la playa puede pedir. No importa que fueran producto de un milagro. El énfasis aquí no está en la gloria, sino en proveer. Jesús está alimentando a los discípulos, y lo está haciendo en parte a través del trabajo de ellos.
Cuando todo está listo, Jesús llama al grupo a desayunar. Toma el pan y el pescado y se los sirve con sus propias manos. Sin duda, mientras les servía, pudieron ver bien las cicatrices en sus manos. Pero Juan no dice si hablaron de ellas, y no nos dice nada acerca de lo que los discípulos dijeron o hicieron mientras comían. No es hasta después de la comida que se relata la breve historia con la pregunta que Jesús le hace a Pedro tres veces: «¿Me amas?»
Entonces, ¿cuál fue el propósito del desayuno junto al mar? Quizás Jesús simplemente quería pasar tiempo con sus discípulos, cuidarlos, proveerles, sentarse con ellos una vez más. La compañía de los discípulos era preciosa para él. Jesús se reveló como el Dios que desea nuestra compañía, que quiere proveer para nosotros. Porque él nos ama, nos ha llamado a creer en él y a seguirlo hasta que estemos con él para siempre.
ORACIÓN: Señor Jesús, quédate con nosotros y mantennos contigo. Amén.
Dra. Kari Vo
© Copyright 2019 Cristo Para Todas Las Naciones