Hay una pequeña ceremonia interesante que Moisés ordena a los israelitas que hagan una vez que se establezcan en la Tierra Prometida. Después de la primera cosecha, deben llevar muestras de todo al tabernáculo, dárselas al sacerdote y hacer una declaración oficial ante el altar de Dios: «Hoy declaro al Señor tu Dios, que he entrado en la tierra que el Señor juró dar a nuestros padres». En esencia, estaban declarando cumplido el «pacto» entre Dios e Israel, si podemos llamarlo así. Dios había mantenido su promesa: los israelitas lo habían seguido y confiado en Él, y Dios los había llevado a la Tierra Prometida.
Después de entregar los primeros frutos de la tierra al sacerdote, el israelita debía recitar la historia de lo que Dios había hecho, comenzando con los días de Abraham. «Un arameo errante fue mi padre…» comenzaba. Luego continuaba hablando del traslado a Egipto, del crecimiento allí de la nación de Israel y de su esclavitud a mano de los egipcios. Después recitaría cómo Dios había rescatado al pueblo: «con mano fuerte y brazo extendido, y con señales y portentos que causaban terror». Y concluía diciendo: «Y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, ¡tierra que fluye leche y miel! Por eso ahora vengo aquí, con los primeros frutos de la tierra que tú, Señor, me diste.» Firmado, sellado, entregado. (Ver Deuteronomio 26:5-10.)
Probablemente sería una gran idea para nosotros, los cristianos, hacer algo similar de vez en cuando. Toma un tiempo para pensar en tu vida con Dios. ¿Dónde comenzó? ¿En tu bautismo de infante? ¿O tal vez cuando llegaste a la fe como adolescente o adulto? ¿Qué problemas y dificultades has enfrentado durante tu vida, y cómo te ha liberado el Señor de ellos? ¿Dónde te encuentras hoy por la gracia de Dios? ¿Qué buenos frutos puedes llevarle al Señor para agradecerle y para que sean un testimonio de su fidelidad?
Cualquiera que sea tu historia, la vida, muerte y resurrección de Jesús son su núcleo central. En la cruz, el Señor te libró «con mano fuerte y brazo extendido». En la tumba vacía, el Dios Padre hizo «señales y portentos», resucitando a Jesús de entre los muertos y a ti con él.
¿Cuál es tu historia? ¿Por qué no repasarla y darle gracias por ella?
ORACIÓN: Querido Señor, gracias por tu fiel cuidado. Ayúdame a confiar en ti eternamente. Amén.
Dra. Kari Vo
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