
Allí comenzaron a acusarlo. Decían: «Hemos encontrado que éste subvierte a la nación, que prohíbe pagar tributo al César, y que dice que él mismo es el Cristo, es decir, un rey.» Pilato le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». Jesús le respondió: «Tú lo dices.» Pilato dijo entonces a los principales sacerdotes, y a la gente: «Yo no encuentro delito alguno en este hombre» (Lucas 23:2-4).
Hoy nos encontramos con un momento trascendental en la vida de Jesús. Los líderes religiosos, celosos de su influencia y temerosos de su mensaje, llevaron a Jesús ante Pilato, el gobernador romano.
Imaginemos por un momento la escena… El aire cargado de tensión, los ojos juiciosos de los acusadores, y Jesús sereno y majestuoso, soportando las falsas acusaciones. Pilato, intrigado por este hombre de mirada penetrante, lo interrogó. Pero, en un giro sorprendente, declaró: “Yo no encuentro delito alguno en este hombre”. ¿Cómo podía ser? ¿Cómo podía el Justo ser considerado culpable por aquellos que no entendían su divina misión?
Jesús, en su infinita sabiduría, no solo cargó con nuestros pecados en la cruz, sino también con nuestras dudas y luchas internas. En esos momentos oscuros cuando sentimos que Dios está en silencio, cuando nuestras oraciones parecen rebotar en el cielo, recordamos que Jesús también enfrentó la incomprensión y la aparente ausencia divina. Él es nuestro abogado defensor, intercediendo por nosotros ante el Padre.
Los líderes religiosos insistieron en sus acusaciones, pero Pilato y Herodes reconocieron su inocencia. A veces nosotros también nos aferramos a nuestras percepciones erróneas y no vemos la verdad. Pero Jesús, el Inocente, permaneció firme en su amor por nosotros. Su gracia es suficiente para cubrir todas nuestras faltas, incluso cuando enfrentamos dificultades y acusaciones injustas.
Cuando las tormentas amenacen con oscurecer nuestra fe, recordemos a Jesús, el Salvador que llevó nuestras culpas a la cruz y nos ofrece perdón y redención.
Oremos: Querido Señor, ayúdame a confiar en ti aun en los momentos más difíciles. Amén.
Para reflexionar:
*¿Alguna vez has sentido que Dios no comprende tu situación?
*¿Has tenido luchas internas que te han hecho cuestionar el amor de Dios?
Escrito por Abigaíl Ramírez