Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, ustedes, que son espirituales, restáurenlo con espíritu de mansedumbre. Piensa en ti mismo, no sea que también tú seas tentado (Gálatas 6:1).
Tener hijos que son adultos jóvenes es divertido, pero no es fácil. Mi hermana Sara, quien es psicoterapeuta, me recomendó que los dejara tomar sus decisiones y vivir con las consecuencias porque era mejor que cometieran errores ahora cuando comienzan su vida de adultos. Ahora les es más fácil levantarse y aún estoy muy cerca y puedo ayudarles en el proceso.
Y sí, cuando mis hijos cometen errores quiero correr a levantarlos, restaurarlos y curar sus pequeñas rodillas raspadas por la vida adulta. Pero también quiero decir: “¡te lo dije!”
Sin embargo, Pablo nos da instrucciones diferentes sobre cómo tratar a alguien, de cualquier edad, que ha caído en una falta. Dice que los que son espirituales (los que son maduros en su fe y caminan en el Espíritu) deben ayudar a esa persona a recuperarse y corregir su camino ¡con espíritu de mansedumbre!
Y no por nuestra propia bondad o fuerza, sino porque Cristo nos ha restaurado a nosotros también. Cuando oramos «Santificado sea tu nombre», estamos pidiendo que la santidad de Dios se haga evidente en nuestras vidas y en nuestro mundo.
No lo santificamos cuando enseñamos cosas que no son su Palabra como si lo fueran, y cuando vivimos de manera contraria a su voluntad.
Pero santificamos su nombre cuando, en lugar de confiar en nuestras fuerzas, nos apoyamos en la obra redentora de Cristo para guiar a otros. Cuando, movidos por el amor de Cristo que nos levantó, amonestamos con cuidado, cariño y respeto a quienes son sorprendidos en alguna falta. Y a quienes persisten en sus faltas y se niegan a arrepentirse, los reprendemos con respeto y firmeza, así como Dios corre hacia nosotros con sus Medios de Gracia y Sacramentos para levantarnos y curar nuestras rodillas raspadas por la vida en este lado del cielo.
Oremos: Padre nuestro, que estás en los cielos. Santificado sea tu nombre. Gracias por enviarnos a Jesús, quien nos restauró con su amor y gracia en la cruz; ayúdanos a reflejar ese mismo amor al restaurar a nuestros hermanos. Amén.
Para reflexionar:
*¿De qué forma se hace evidente la santidad de Dios en tu vida?
*¿Cómo puedes reflejar la verdad y la santidad de Dios, apoyado en la obra de Cristo, mientras ayudas a sanar las «rodillas raspadas» de quienes te rodean?