Ruge con Jesús – Cristo para Todas las Naciones

Mientras Jesús estaba en Betania, sentado a la mesa en la casa de Simón el leproso, llegó una mujer. Llevaba ésta un vaso de alabastro con perfume de nardo puro, que era muy costoso. Rompió el vaso de alabastro, y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Algunos de los que allí estaban se enojaron internamente, y dijeron: «¿Por qué se ha desperdiciado así este perfume? ¡Podría haberse vendido por más de trescientos denarios, y ese dinero habérselo dado a los pobres!» Y se enojaron mucho contra ella. Pero Jesús dijo: «Déjenla tranquila. ¿Por qué la molestan? Ella ha efectuado en mí una buena obra. A los pobres siempre los tendrán entre ustedes, y cuando quieran podrán hacer por ellos algo bueno. Pero a mí no siempre me tendrán. Esta mujer ha hecho lo que pudo. Se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. De cierto les digo que en cualquier parte del mundo donde este evangelio sea proclamado, también se contará lo que esta mujer ha hecho, y así será recordada» (Marcos 14:3-9).

Imagina conmigo la escena. La gente critica a esta mujer y su sacrificio perfumado, pero Jesús ruge defendiéndola. Nuestra sociedad está llena de juicios y críticas y Jesús ruge defendiéndonos también. Lo hace a través de nuestro prójimo.

El octavo mandamiento nos instruye a no presentar falso testimonio contra nuestro prójimo. Como cristianos, estamos llamados a hablar de manera veraz y generosa sobre los demás, defendiendo y protegiendo la reputación de aquellos que nos rodean.

Y es que podemos dañar o destruir la reputación de las personas cuando “las ridiculizamos, decimos chismes sobre ellas, las etiquetamos y las degradamos debido a una falta o característica particular, o las intimidamos de forma personal o en las redes sociales o nos burlamos de ellas, aislándolas e incitando a otros en contra de ellas”.

Como un sacrificio perfumado, hagamos que nuestras palabras y acciones rujan con Jesús y reflejen nuestro temor y amor a Dios, construyendo un mundo donde la comprensión y el respeto prevalezcan.

Oremos: Padre nuestro, gracias por defendernos y rescatarnos. Guiados por el octavo mandamiento, y capacitados en nuestro bautismo, ayúdanos a hablar con verdad y generosidad, defendiendo y protegiendo la reputación de los demás. Amén.

Para reflexionar:

*¿Cómo puedes aplicar hoy la enseñanza del octavo mandamiento?

*Considerando el poder de las palabras para dañar o construir, ¿cómo puedes ser un reflejo de sacrificio perfumado, imitando el amor desinteresado de la mujer en Betania y defendiendo la reputación de aquellos que te rodean?

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