Más que furor – Cristo para Todas las Naciones

Llegaron a Cafarnaún, y en cuanto llegó el día de reposo, Jesús fue a la sinagoga y se dedicó a enseñar. La gente se admiraba de sus enseñanzas, porque enseñaba como corresponde a quien tiene autoridad, y no como los escribas. De pronto, un hombre que tenía un espíritu impuro comenzó a gritar en la sinagoga: «Oye, Jesús de Nazaret, ¿qué tienes contra nosotros? ¿Has venido a destruirnos? ¡Yo sé quién eres tú! ¡Eres el Santo de Dios!» Pero Jesús lo reprendió, y le dijo: «¡Cállate, y sal de ese hombre!» El espíritu impuro sacudió al hombre con violencia y, gritando con todas sus fuerzas, salió de aquel hombre. Todos quedaron muy asombrados, y se preguntaban unos a otros: «¿Y esto qué es? ¿Acaso es una nueva enseñanza? ¡Con toda autoridad manda incluso a los espíritus impuros, y éstos lo obedecen!» Y muy pronto la fama de Jesús se difundió por toda la provincia de Galilea (Marcos 1:21-28).

Recuerdo cuando salió al mercado el primer iPhone. Fue una locura. La gente hizo fila por horas antes de que abrieran las puertas de los distribuidores y luego lo compraron felices. Pero pronto se les pasó el furor por ese iPhone e hicieron nuevas filas para el siguiente iPhone. 

Al inicio de su ministerio en Galilea, la autoridad con la que Jesús enseñaba y su poder sobre los espíritus inmundos causaron furor entre quienes tuvieron el privilegio de presenciar sus actos. Su luz iluminó sus mentes y corazones, dejándolos asombrados por sus palabras y acciones. Hoy en día, la enseñanza de Jesús continúa intrigando y maravillando a millones. Sin embargo, un fenómeno se repite: muchos se sienten atraídos por su mensaje y milagros, pero no reciben ni responden al llamado del Espíritu Santo de depender plenamente de él para su vida y salvación. La brecha entre el interés inicial y el rendimiento completo parece persistir.

La buena noticia es que, a través de la fidelidad de su Palabra y la guía de su Espíritu, también millones han llegado a la fe. El Verbo hecho carne entró en la sinagoga para proclamar las Buenas Nuevas, y también entra en el corazón de su Iglesia hoy, expulsando la influencia del maligno, dándonos descanso espiritual genuino, y un reposo sabático para nuestras almas. Así que “te aconsejo que avives el fuego del don de Dios…”, nos dice Pablo en 2 Timoteo 1:6, recibiendo el Sacramento tan seguido como te sea posible para que se fortalezca tu fe.

Señor Jesús, llévanos a una confianza total en ti y a una fe profunda y sólida. A través del poder de tu Palabra mantennos firmes en tu reposo. Amén.

Para reflexionar:

*¿De qué formas puedes permitir que la luz de Cristo ilumine tus pensamientos y corazón, así como lo hizo con aquellos testigos?

*¿Qué puedes hacer para cultivar una relación más profunda con la Palabra de Dios y la guía del Espíritu Santo en tu jornada?

Diaconisa Noemí Guerra

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