El Señor habló con Moisés, y le dijo: «Habla con toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: »Ustedes deben ser santos porque yo, el Señor su Dios, soy santo… »No seas injusto en el juicio. »No favorezcas al pobre ni complazcas al poderoso. »Trata a tu prójimo con justicia. »No propagues chismes entre tu pueblo. »No atentes contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor. »No abrigues en tu corazón odio contra tu hermano. »Razona con tu prójimo, para que no te hagas cómplice de su pecado. »No te vengues, ni guardes rencor contra los hijos de tu pueblo. »Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor (Levítico 19:1–2, 15–18).
Este pasaje me hace temblar. ¿A ti no? El pueblo de Dios debe ser santo como Él es santo. Dios quiere que su santidad se refleje en nuestra vida y conducta. Así que debemos temer, amar y confiar en Él sobre todas las cosas, y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Según Jesús, “de estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas» (Mateo 22:40). Pero, yo no puedo hacer ni eso. Por eso tiemblo de nuevo.
Pero luego recuerdo la buena noticia: Jesús mismo ha cumplido su Ley en nuestro nombre. Él es Santo en nosotros. “Porque en el evangelio se revela la justicia de Dios, que de principio a fin es por medio de la fe, tal como está escrito: «El justo por la fe vivirá.»” (Romanos 1:17). Y aquí “fe” no habla de la forma en la que vivimos, sino de cómo somos justos. Y somos justos en Cristo. Así que cuando Dios nos ve, nos ve vestidos de Cristo y su santidad. Hemos sido santificados por el Evangelio de su cruz. ¡Aleluya!
Oremos: Jesús, gracias por tu amor y por santificarnos por el Evangelio de tu cruz. Ayúdanos a amarte y a amar a nuestro prójimo cada vez más. Capacítanos para llevar nuestra cruz con amor y fortalécenos en los momentos de persecución y dificultades. En tu nombre, amén.
Para reflexionar:
*¿De qué formas puedes amar a tu prójimo, incluso cuando te resulta difícil?
*¿Cómo te sientes al recordar que Cristo es Santo en ti?
Escrito por la Diaconisa Noemí Guerra