Escuchen esta otra parábola: «El dueño de una finca plantó una viña; le puso una cerca, cavó en ella un lagar, levantó una torre, y la arrendó a unos labradores. Luego se fue lejos. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus siervos para que les entregaran la cosecha. Pero los labradores agarraron a los siervos y a uno lo golpearon, a otro lo mataron, y a otro más lo apedrearon. El dueño envió de nuevo a otros siervos, más que los primeros, y los labradores hicieron lo mismo con ellos. Finalmente, les envió a su hijo, pues decía: “A mi hijo lo respetarán.” Pero cuando los labradores vieron al hijo, dijeron entre sí: “Éste es el heredero. Vamos a matarlo, y así nos quedaremos con su herencia.” Entonces, lo sacaron de la viña y lo mataron. Así que, cuando el señor de la viña venga, ¿qué hará con esos labradores?» Le respondieron: «Destruirá sin misericordia a esos malvados, y arrendará su viña a otros labradores que le entreguen el fruto a su tiempo.» Jesús les dijo: «¿Nunca leyeron en las Escrituras: “La piedra que desecharon los constructores, ha venido a ser la piedra angular. Esto lo ha hecho el Señor, y a nuestros ojos es una maravilla”? (Mateo 21:33-42).
¿Alguna vez has notado cuántas de las parábolas de Jesús se descarrilan de una forma u otra? Aquí tenemos una historia que comienza razonablemente, hasta que los inquilinos atacan a los mensajeros del propietario. En cualquier historia normal, sabríamos lo que viene después. Pero si los inquilinos de esta historia no son razonables, ¡el dueño tampoco lo es! Porque no los hace arrestar y ejecutar, sino que envía más mensajeros que sufren el mismo destino que el primer grupo. Y luego ¿vuelve a sus sentidos? No. Mira al único que le queda por enviar, su único hijo, y le dice: “Ve”. Todos sabemos lo que sigue.
Esta es una historia irracional, pero lo mismo podemos decir de la realidad, cuando miramos lo que Dios hizo: envió a sus siervos a su pueblo, no solo una o dos veces sino una y otra vez, y cada vez fueron rechazados, hostigados, atacados e incluso asesinados. Un dios razonable habría hecho llover juicio después de la primera o segunda vez. Pero nuestro Dios, el Dios verdadero, ¿qué hizo? Envió a su Hijo.
Por cualquier medida ordinaria, el amor de Dios por nosotros es irracional. Es un amor que muestra una paciencia que difícilmente podemos entender. Es un amor que muestra misericordia una y otra vez, incluso a sus enemigos. Y ese mismo amor fue el que lo llevó a enviar a su Hijo Jesús para que nosotros, sus enemigos, pudiéramos ser perdonados, renovados y transformados en hijos de Dios.
Esto es totalmente irracional. Es un amor y compasión que van más allá de toda comprensión humanamente posible. Todo lo que podemos hacer es dar gracias y adorar.
Oremos: Amado Padre, gracias por enviar a tu Hijo y por hacernos nuevos a través de Él. Amén.
Para reflexionar:
*¿Qué hubieras hecho si hubieras sido el dueño de la finca? ¿Por qué?
*¿Es el amor generalmente irracional? ¿Por qué sí o por qué no?
Escrito por la Dra. Kari Vo