Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Con mucha más razón, ahora que ya hemos sido justificados en su sangre, seremos salvados del castigo por medio de él. Porque, si cuando éramos enemigos de Dios fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, mucho más ahora, que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida (Romanos 5:8-10)
El amor incondicional es un amor que no tiene límites ni condiciones, y se da de forma desinteresada. En un mundo donde muchas veces la gente busca su propia satisfacción, el amor incondicional de Dios es algo que puede resultar difícil de comprender. Pero gracias a la obra de Cristo en la cruz, hemos sido redimidos de nuestra condición pecaminosa y somos llamados a una vida en comunión con Él, independientemente de nuestra condición. ¡Sí! El amor incondicional de Dios hacia nosotros es un amor eterno y desinteresado, que no depende de nuestras acciones ni de nuestra capacidad para merecerlo, sino que se nos brinda de manera constante y generosa.
En Romanos 5:8, Pablo escribe: «Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros«. En la cruz, Jesús tomó sobre sí mismo la ira y el castigo de Dios que merecíamos. Él se convirtió en nuestra salvación y nuestra justicia, lo que nos da la confianza y la seguridad para acercarnos a Dios con valentía. No importa qué hayamos hecho, su amor nunca cambia.
El amor incondicional de Dios es nuestra mayor esperanza y fuente de paz. La obra de Jesús en la cruz nos ha redimido y nos ha dado una vida eterna en comunión con Él.
Oremos: Amado Dios, gracias por tu amor incondicional y por la obra de Jesús en la cruz. Ayúdanos a recordar siempre tu amor y gracia, y a vivir en comunión contigo, compartiendo tu amor, esperanza y consuelo con quienes nos rodean. Amén.
Para reflexionar:
*¿De qué formas podemos vivir cada día recordando la obra de Jesús en nosotros?
*¿Cómo podemos compartir el amor de Dios con los demás y llevar esperanza a un mundo necesitado?
Escrito por la Diaconisa Noemí Guerra