Descansa, mamá – Cristo para Todas las Naciones

Era el día de la preparación, y estaba por comenzar el día de reposo. Acompañaron a José las mujeres que habían venido con Jesús desde Galilea, y vieron el sepulcro y cómo fue colocado el cuerpo. Después regresaron a su casa para preparar especias aromáticas y ungüentos, y descansaron en el día de reposo, conforme al mandamiento (Lucas 23:54-56).

Mi madre es dentista. Recuerdo cuando yo era niña, que ella se iba a trabajar en las mañanas después de dejarnos en el bus de la escuela y cuando regresábamos de la escuela, ella ya estaba en casa esperándonos. Mi madre pudo haber ganado mucho más dinero si hubiera trabajado todo el día, pero eligió trabajar medio día para criarnos. Sus prioridades estaban en orden. Y lo que más me llama la atención de mi madre, ahora que yo soy madre también, es que ella siempre apartaba un tiempo para descansar. Me encantaba verla en la cama leyendo muy calmadamente y disfrutando de su familia. 

El descanso no es un lujo, es un mandamiento. Las mujeres de esta historia estaban de duelo, cargadas y preocupadas con las preparaciones del sepelio de Jesús. Había tanto qué hacer. Sin embargo, sus prioridades estaban en orden. Ellas decidieron entrar en el reposo ordenado por Dios.

¿Qué tal si hoy le recuerdas a tu madre, abuela, tía, mentora que en Jesús hay reposo? El reposo del sábado anticipaba el descanso que tendríamos por su resurrección. Porque “… aún queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que entra en su reposo, reposa también de sus obras, como Dios reposó de las suyas.  Procuremos, pues, entrar en ese reposo, para que nadie siga el ejemplo de los que desobedecieron” (Hebreos 4:9-11).

Oremos: Señor, gracias porque puedo reposar de mis labores diarias y encontrar reposo en el perdón completo y eterno de mis pecados. Amén.

Para reflexionar:

  1. ¿Cuándo fue la última vez que disfrutaste del reposo de Dios en la Buena Noticia del Evangelio?
  2. Medita un momento en esto: entramos en el reposo de Dios cuando regresamos a nuestro Bautismo, renunciando al diablo y sus mentiras y cuando confiamos en su promesa de reposo eterno en el cielo. Respira. Reposa. Descansa. 

Escrito por la Diaconisa Noemí Guerra

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