Llegaron a Jericó, y al salir de la ciudad Jesús iba seguido de sus discípulos y de una gran multitud. Junto al camino estaba sentado un mendigo llamado Bartimeo hijo de Timeo, que era ciego. Cuando éste supo que quien venía era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar y a decir: «Jesús, Hijo de David, ¡ten misericordia de mí!» Muchos lo reprendían para que callara, pero él gritaba con más fuerza: «Hijo de David, ¡ten misericordia de mí!» … y Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le respondió: «Maestro, quiero recobrar la vista.» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y enseguida el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús en el camino (Marcos 10:46-48, 51-52).
Las consecuencias de la pandemia del COVID-19 han sido terribles. Muchas personas perdieron familiares queridos, trabajos, ahorros. Algunos perdieron sus sueños, sus ideales, sus metas. El futuro se veía muy incierto.
En la vida habrá ocasiones en las que será muy difícil ver el futuro. Hoy quiero invitarte a que pienses en la vida del ciego Bartimeo. En esos tiempos, una persona ciega era una persona sin recursos y sin posibilidades de mantenerse por sí misma. ¿Qué podía esperar Bartimeo de su futuro? Este hombre vivía un sinfín de días interminables, todos iguales y oscuros, sin familia, quizás sin sueños y probablemente sin esperanza. Solo le quedaba esperar el día de su muerte. Bartimeo no vivía, sino que era un simple sobreviviente que a cada momento experimentaba el desprecio y rechazo de la gente.
Pero un día Dios cambió su vida por completo, y pasó de ser sobreviviente a vivir una vida en abundancia. La oscuridad que lo había envuelto, y que era lo único que conocía, dio lugar a un mundo nuevo lleno de luz, vida, esperanza y fe. Bartimeo pudo ver con los ojos de la fe la oportunidad más grande de su vida: Jesús se acerca. Y cuando Jesús se acerca, se acercan el amor y la misericordia.
Jesús se acerca también a nosotros hoy para quitarnos nuestra ceguera espiritual. Y aunque las circunstancias temporales sean contrarias, sabemos que tenemos un futuro glorioso prometido por Dios, que nos hace levantarnos y caminar con fe hacia la meta que es Cristo.
Oremos: Amoroso Señor, gracias por acercarte, llamarme y abrir mis ojos de la fe. Amén.
Para reflexionar:
- ¿Qué haces para callar las voces negativas de este mundo?
- ¿Qué promesas de Dios traen luz a tu vida en estos momentos?
Escrito por la Diaconisa Noemí Guerra