El soportar sufrimientos injustos es digno de elogio, si quien los soporta lo hace por motivos de conciencia delante de Dios.… Cristo no cometió ningún pecado, ni hubo engaño en su boca. Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando sufría, no amenazaba, sino que remitía su causa al que juzga con justicia. Él mismo llevó en su cuerpo nuestros pecados al madero, para que nosotros, muertos ya al pecado, vivamos para la justicia. Por sus heridas fueron ustedes sanados. Porque ustedes eran como ovejas descarriadas, pero ahora se han vuelto al Pastor que cuida de sus vidas (1 Pedro 2:19, 22-25)
Hace algunos años, un jefe de policía en un pequeño pueblo trató de incriminar a mi esposo por un atropello y fuga en el cual alguien había dañado el auto de su pariente. Y ahí estaba este hombre asiático de paso. Así que revisaron sus placas, obtuvieron su identificación e intentaron aterrorizarlo para que confesara, para que su seguro pagara. Mi esposo pudo probar que estaba a millas de distancia en el momento del accidente y el caso fue dimitido. Pero defendernos nos costó seis mil dólares que no teníamos y también nos costó nuestra paz y mucho tiempo luchando con la ira y la falta de perdón.
La injusticia siempre duele. Entonces, ¿cómo la superamos? Humanamente hablando, es imposible. Pero Jesús vino a hacer lo imposible. Y lo hizo primero en su propia Persona al morir en la cruz, el inocente por los malos, el justo por los injustos, el sin pecado por todos los que pecamos. Jesús tomó el mal de sus enemigos y lo transformó en un don de vida y perdón para todos. Y luego resucitó de entre los muertos y cientos de personas lo vieron y se regocijaron. Pero no Caifás, ni Pilato. Sin embargo, Jesús pasó exactamente cero minutos vengándose. ¿Alguna vez has pensado en lo extraño que es eso?
Pero con nosotros es diferente. Sabemos que no deberíamos, pero fantaseamos con vengarnos. ¿Cómo puede Jesús liberarnos? A través de su Espíritu Santo. Cuando se lo pedimos, Jesús guarda nuestras palabras y acciones. Él vive en nosotros y a través de nosotros, dando las respuestas pacientes y misericordiosas que simplemente no podemos dar por nuestra cuenta.
Y con el tiempo, ¡y puede llevar mucho tiempo!, comenzamos a dejar ir la ira. Jesús sana nuestro corazón y el Espíritu nos transforma, cada vez más, en la imagen de Jesús nuestro Salvador.
Oremos: Querido Señor, ayúdanos a caminar en tus pasos, porque por nuestra cuenta no podemos hacerlo. Amén.
Para reflexionar:
- ¿Cómo reaccionan los demás cuando te abstienes de vengarte?
- ¿Por qué crees que reaccionan de esa manera?
Escrito por la Dra. Kari Vo