Entonces Pedro se puso de pie, junto con los otros once, y con potente voz dijo: «Varones judíos, y ustedes, habitantes todos de Jerusalén, sepan esto, y entiendan bien mis palabras. … Sépalo bien todo el pueblo de Israel, que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Cristo.» Al oír esto, todos sintieron un profundo remordimiento en su corazón, y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: «Hermanos, ¿qué debemos hacer?» Y Pedro les dijo: «Arrepiéntanse, y bautícense todos ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados les sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos, para todos los que están lejos, y para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios llame» (Hechos 2:14, 36-39).
Siento pena por las personas que escucharon el sermón de Pedro en Pentecostés, donde les dijo que habían cometido el peor error de todos, ya que no habían reconocido a su Mesías cuando Dios lo envió y ¡lo crucificaron! Con razón preguntaron: “Hermanos, ¿qué debemos hacer?”
¡Claro que quieren hacer algo! Quieren remediarlo de alguna manera. Quieren corregir su error, justificarse a sí mismos, compensar a Dios de alguna manera, si eso es posible. Y por supuesto, no lo es. No hay forma en la tierra de que alguien pueda compensar ese tipo de pecado o, pensándolo bien, cualquier pecado.
Y es por eso que la respuesta de Pedro es una buena noticia. Porque lo que Pedro dice se reduce a: ‘¡Dios ya se ocupó de tu pecado! Jesús, nuestro Mesías, ha sufrido y muerto y resucitado de entre los muertos para que podamos ser perdonados y limpiados. Así que ahora ya no tienes que hacer nada: solo toma los dones del perdón y el Espíritu Santo de Dios. Ven y bautizate, tú y tus hijos. ¡Dios ya lo ha hecho todo!’
Hoy, Dios nos dice lo mismo a nosotros. “Ven a mí”, dice. “Toma mis regalos. Te quiero en mi reino, como hijo mío. Te perdonaré y te limpiaré. ¡Solo ven! Y trae contigo a las personas que amas”.
Oremos: Querido Señor, ¡gracias por darme tus maravillosos dones! Amén.
Para reflexionar:
- ¿Por qué crees que algunas personas sienten que tienen que ganarse el perdón de Dios?
- ¿Qué les dirías al respecto?
Escrito por la Dra. Kari Vo