Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos y los partieron en cuatro… Tomaron también su túnica, la cual no tenía ninguna costura, y de arriba abajo era de un solo tejido. Y dijeron entre sí: «No la partamos. Más bien, echemos suertes, a ver quién se queda con ella.» Esto fue así para que se cumpliera la Escritura, que dice: «Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes.» (Juan 19:23a, 24).
En el reino de Dios no hay casualidades; tampoco hay desvíos, improvisaciones, cancelaciones o un plan B. Lo que Dios hizo escribir en las Escrituras se cumple. Se cumplió hace muchos años, se cumple hoy y se cumplirá en el futuro.
En la narrativa de la crucifixión de Jesús, cuatro veces se registra que estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura: los soldados se repartieron los vestidos de Jesús para que se cumpliera la Escritura; Cristo tuvo sed para que se cumpliera la Escritura; no le quebraron las piernas para q ue se cumpliera la Escritura; miraron al que traspasaron para que se cumpliera la Escritura. El evangelista Juan, que fue testigo de todo esto, afirma que lo escribió para que nosotros también creamos.
La conmemoración de la muerte de Jesús es un potente llamado a la fe, a creerle al Dios que planificó nuestra salvación y que la llevó a cabo hasta en su más mínimo detalle. El plan de Dios de enviar a un Salvador para morir en nuestro lugar fue para que nosotros, sus pecaminosos enemigos, fuéramos perdonados y convertidos en sus hijos redimidos. El plan de Dios para salvarnos a ti, a mí y a toda la humanidad, primero se puso por escrito y luego se ejecutó a su tiempo y al pie de la letra. Sucedió así para que nosotros también creamos. Está escrito que, si nuestros pecados son rojos como la grana, Cristo los dejará blancos como la nieve. Su muerte en la cruz es la que nos cambió los colores.
Afirma nuestra fe, Padre, en el sacrificio de amor de Jesús. Amén.
Para reflexionar
- ¿Dónde te ubicas en la historia de salvación de Dios?
- ¿Puedes contar esta historia para que otros también crean?
Rev. Héctor Hoppe