La verdadera felicidad – Cristo para Todas las Naciones

David también se refiere a la felicidad del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, cuando dice: «¡Dichoso aquel cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos! ¡Dichoso aquél a quien el Señor no culpa de pecado!» (Romanos 4:6-8).

El concepto de felicidad tiene diferente significado para cada persona. Dos personas pueden ser felices por razones totalmente diferentes: algunos están felices y se sienten dichosos con lo poco que tienen mientras que otros, a pesar de tener todas las condiciones para estar bien, se sienten profundamente infelices. La felicidad es ambigua y escurridiza, pero aun así muchos nos enredamos constantemente en su búsqueda.

En el texto de hoy, el apóstol Pablo nos habla de lo que causaba felicidad para el Rey David: “¡Dichoso aquél cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos! ¡Dichoso aquél a quien el Señor no culpa de pecado!” Bien sabía el Rey David lo que significaba ser visto justo y libre de culpa por Dios.

Aunque muchos se nieguen a creerlo, solo en Cristo podemos encontrar la felicidad. Porque solo Cristo nos puede esconder en sí mismo y presentarnos justos ante Dios Padre. Esto no quiere decir que Cristo haga oídos sordos a nuestros pecados, nuestra injusticia y maldad; no, él los ve y sabe que ellos nos separan eternamente del Padre. Entonces ¿qué hace? ¿Nos guzga? ¡No! A contrario, nos cubre con su sangre derramada en la cruz y nos limpia, protegiéndonos así del juicio y la condenación eterna, como nos dice Dios en Isaías 1:18: “Vengan ahora, y pongamos las cosas en claro. Si sus pecados son como la grana, se pondrán blancos como la nieve. Si son rojos como el carmesí, se pondrán blancos como la lana”. ¡Esto es felicidad!

Señor, te agradezco por venir a este mundo y cubrir mis pecados, y te pido que me ayudes a mostrar con mi vida al mundo tu amor y gracia inmerecida. Amén.

Para reflexionar

  • ¿En qué o en quién buscas la felicidad?
  • ¿Con quién puedes compartir hoy la verdadera felicidad que solo Cristo puede dar?

Deac. Rosy Martínez

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