La mejor recompensa – Cristo para Todas las Naciones

Cuidado con hacer sus obras de justicia sólo para que la gente los vea. Si lo hacen así, su Padre que está en los cielos no les dará ninguna recompensa (Mateo 6:1).

¿A quién no le gusta ser reconocido por sus obras? El alumno quiere que el maestro lo recompense con buenas calificaciones por haber estudiado. El empleado quiere que su jefe reconozca sus esfuerzos y le dé un aumento de sueldo. El jugador de fútbol quiere que sus esfuerzos le den el osado trofeo. Así funcionan las cosas en el mundo. Pero en el reino de los cielos Dios hace las cosas de otra manera.

En el mundo la gente demuestra con sus obras que merecen recompensa. Quieren que otros vean lo que hacen para ser reconocidos. La gente religiosa piensa que, si da limosna, ora o ayuna, Dios le dará recompensa en el cielo. Pero Jesús nos enseña que no obtenemos recompensa ante Dios por nuestras obras de justicia, sino porque el Padre nos ha hecho discípulos suyos por pura bondad y misericordia.

Por la fe en Jesús, el Padre nos hace discípulos bienaventurados, nos bendice con consuelo y perdón, nos llama hijos y nos da la mejor recompensa: un tesoro en el cielo no por nuestras obras, sino por su gracia. Por este inmerecido amor que Dios nos ha dado, no debemos jactarnos de nuestras obras ni anunciarlas en público de forma vanidosa. Hacemos obras de justicia de forma secreta, es decir, de forma humilde. En el pensar de Dios, hacemos buenas obras no para ganarnos el cielo sino en agradecimiento a Él por habernos dado el cielo.

Padre bondadoso, ayúdanos por tu Espíritu Santo a hacer buenas obras no por vanidad sino con humildad, no para ganarnos el cielo sino por amor al prójimo. Amén.

Para reflexionar:

* ¿Cómo podemos prevenir la vanidad?
* ¿Cómo te sientes al saber que el Padre no te recompensa por tus obras, sino por la obra de Cristo?

Prof. Leopoldo Sánchez

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