Y el que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de ustedes que quiera levantar una torre, no se sienta primero a calcular los costos, para ver si tiene todo lo que necesita para terminarla? No sea que después de haber puesto los cimientos, se dé cuenta de que no puede terminarla, y todos los que lo sepan comiencen a burlarse de él y digan: “Este hombre comenzó a construir, y no pudo terminar.” ¿O qué rey que marche a la guerra contra otro rey, no se sienta primero a calcular si puede hacerle frente con diez mil soldados al que viene a atacarlo con veinte mil? Si no puede hacerle frente, envía una embajada al otro rey cuando éste todavía está lejos, y le propone condiciones de paz. Así también, cualquiera de ustedes que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo. Lucas 14:27-33
Este es un pasaje extraño para mí. Jesús claramente está hablando de la vida cristiana y aconsejando a las personas que consideren lo que les costará antes de embarcarse en una vida de discipulado. Es claro que quiere que tomemos el costo muy en serio.
Pero ¿quién puede realmente hacerlo? No tenía una idea clara de lo que me costaría convertirme en cristiana. Sabía lo básico: iba a significar renunciar a mi derecho a gobernarme a mí misma y a hacer lo que quisiera para someterme en cambio a Jesús, e iba a significar la muerte de muchos pecados y malos hábitos. ¡Y eso iba a doler!
Pero no sabía las otras cosas que me costaría: las amistades, los trabajos, incluso un novio que claramente no era una persona con la que Dios quería que saliera. La mudanza a través del país cuando Dios llamó a mi esposo al ministerio. El cambio a vivir atrapada entre dos culturas, mitad americana convencional, mitad vietnamita, nunca completamente cómoda en ninguna de las dos.
¿Cómo es posible contar el costo cuando no se sabe ni la mitad de lo que va a pasar?
Jesús sabe que no podemos. Cuando dice que debemos ‘renunciar a todo lo que tenemos’, está buscando un cambio de corazón. Claramente, esto no significa que debemos renunciar a todos los bienes materiales y salir a la calle como una persona sin hogar y sin familia. Pero sí significa poner a Cristo primero en nuestro corazón de tal manera que, si Él nos llama a perder algo en su servicio, podemos hacerlo en el momento.
Por supuesto, esto no es algo que los seres humanos puedan hacer por su cuenta. ¿Renunciar a la familia, los amigos, el hogar, el trabajo? No. Eso solo puede suceder si el Espíritu Santo está viviendo y obrando en nosotros para hacer lo imposible: llevarnos a atesorar a Jesús por encima de todo.
Entonces, ¿qué es lo que estamos poniendo por encima de todo lo demás en nuestra vida? ¿Qué es lo que estamos prefiriendo a todos estos otros dones? Es Jesús, Aquel que calculó el costo de salvarnos y dijo: “Sí, lo haré”. Por su propia voluntad Jesús se convirtió en un ser humano y vino a vivir la misma vida dura que vivimos nosotros. Y luego sufrió y finalmente dio su vida en una cruz, para traernos de regreso a Dios. Con su muerte nos rescató del poder de la muerte; y con su resurrección nos hizo suyos para siempre. Así es como Él nos ama. Para tal Salvador, ¿hay algún costo demasiado alto?
ORACIÓN: Amadísimo Señor, mantenme para siempre junto a ti. Amén.
Para reflexionar:
¿Cuándo has tenido que “calcular el costo” para obtener algo que deseabas?
¿Cuánto le costó a Jesús hacer la voluntad de Dios? ¿Qué dice esto acerca de tu valor para Él?
Dra. Kari Vo