Jesús les dijo: “Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto les digo que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, se queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; pero el que aborrece su vida en este mundo, la guardará para vida eterna. Juan 12:23-25
Para conocer el potencial de vida encerrado en una semilla, hay que dejarla morir. Cada semilla encierra un misterio que no puede ser revelado hasta que no muera. Parece pérdida, pero es ganancia. Al negarse, al perderse, desata su potencial oculto. El grano de mostaza genera una planta que da refugio a las aves del cielo. El grano de trigo que cae en la tierra deviene en planta, espiga, fruto. No es resta ni pérdida; es multiplicación. ¡Qué maravilloso!
Jesús no vino para quedarse solo ni para nutrirse de su popularidad. Unos griegos vienen a preguntar por Él. Seguro que vienen entre los peregrinos a Jerusalén. ¡Su fama está trascendiendo las fronteras! El grano tiene la opción de seguir siendo grano. Hay notoriedad de la cual vivir. Su fama incluso genera envidia. Pero Jesús conoce su destino: la cruz será su escalera a la gloria. Descendiendo, ascenderá. Dando, recibirá. Siendo humillado, resplandecerá. Muriendo, producirá mucho fruto.
No pretendas salvarte a ti mismo ni busques vivir del reconocimiento. Jesús nos muestra dónde está la clave. Su muerte trajo multitud de fruto. A través del Espíritu Santo, él te ha hecho parte de su cosecha. Ya tienes un lugar en su granero eterno. Así que suelta, muere y resucita con Él.
Jesús: gracias por darte a ti mismo a fin de que yo alcance la vida eterna. Te alabo por tu muerte en la cruz. Ayúdame a entregarme en humildad a los demás. Amén
Para reflexionar
¿Has traicionado a alguien por salvarte de forma egoísta?
¿Hasta qué extremo irías por ser reconocido y famoso?
¿Cuán dispuesto estás a perder algo querido para pertenecer a Cristo?