Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Juan 3:16-18
El amor es una fuerza capaz de acciones imposibles de comprender por la razón. Hay quienes se dan enteramente y sufren por amor, e incluso quienes mueren por amor. Amor platónico. Romántico. Filial. Amor de madre. Amor por la patria. Amor de mártires. Locos de amor. La literatura, el cine o el teatro están llenos de historias conmovedoras: siempre es el amor. Algunas de esas historias incluso nos avergüenzan, porque ponen de manifiesto lo limitado que es nuestro amor. ¿Amamos todo lo que deberíamos?
Pero ningún amor, por generoso que sea, puede ser comparado con el amor de Dios. ¿Quién podría amar a alguien que se comporta como enemigo, y para colmo entregar a su hijo único a fin de conquistar ese corazón rebelde? ¡Solo Dios! Y esa historia de amor, escrita con sangre, es una historia en la que tú y yo podemos ser incluidos. Quienes somos alcanzados por ese amor y creemos en esa historia, somos salvados de un destino de muerte eterna y constituidos herederos de la vida eterna.
Experimentar ese amor nos permite tocar el cielo de antemano. La manera, la dimensión, la forma, el propósito de ese amor son insondables. Ese amor inexplicable está tocando a tu puerta. Dios te está buscando para que recibas vida eterna, que disfrutes ya, aquí y ahora, de una vida abundante. No te resignes a la incredulidad y el desamor.
Padre Dios: te alabo por el amor inexplicable demostrado por mí. Sé que no lo merezco. Ayúdame a creer en ti. Amén
Para reflexionar
¿Qué serías capaz de hacer por amor?
¿Alguna vez te ha “salvado” un gran amor?
¿Qué te hace falta para experimentar este “amor inexplicable” en tu vida?