Esta devoción se combina con el sermón de la Hora Luterana de este fin de semana, que se puede encontrar en lutheranhour.org.
Después de esto, Jesús salió y vio a un cobrador de impuestos llamado Leví, que estaba sentado donde se cobraban los impuestos. Le dijo: «Sígueme.» Leví se levantó y, dejándolo todo, lo siguió. Más tarde, Leví ofreció un gran banquete en su casa, en honor de Jesús. Sentados a la mesa con ellos estaban muchos cobradores de impuestos y otras personas. Pero los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos de Jesús, y les dijeron: «¿Por qué ustedes comen y beben con cobradores de impuestos y pecadores?» Jesús les respondió: «Los que están sanos no necesitan de un médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar al arrepentimiento a los justos, sino a los pecadores.» Lucas 5: 27-32
El autor Tim Townsend, en su libro Misión en Núremberg, cuenta cómo Henry Gerecke, un capellán del ejército de los EE. UU. al final de la Segunda Guerra Mundial, fue enviado para ministrar a los pecadores más despreciados del planeta: los 21 funcionarios nazis acusados de crímenes contra la humanidad en los infames juicios de Núremberg. Cuando se le notificó esto a Gerecke, su jefe le dijo que era la tarea menos deseada que había y que no estaba obligado a ir. Y debido a su edad, Gerecke podría haberse zafado de la asignación. Pero después de días de oración, llegó a ver la situación desde una perspectiva diferente. «Lentamente», dijo, «esos hombres se convirtieron para mí en almas perdidas a quienes se me pedía que ayudara».
No se le llama a un médico para que culpe y castigue, sino más bien para cure y ayude. Y no son los sanos los que necesitan un médico, sino los enfermos. Entonces, el capellán Gerecke fue a hacer lo que pudo haber sido el trabajo menos deseado del planeta, un trabajo por el que luego sería condenado por personas convencidas de su superioridad moral.
Cuando Jesús dijo que no son los sanos los que necesitan un médico, sino los enfermos, muchos de los judíos que lo escucharon ese día sabían que Él era el médico que necesitaban y que su necesidad era más que física. Pero un grupo llamado los fariseos se mostró escéptico con Jesús. Estaban convencidos de su superioridad moral.
Si tú has caminado con Jesús, conoces el alivio que se siente cuando se renuncia a la superioridad moral, cuando se deja de mirar con desprecio a las personas y se sienta a la mesa con todos, como pecadores perdonados que somos, no siendo mejores que nadie más. Pero aun así, es posible que no puedas deshacerte del escepticismo. Es difícil entender cómo Jesús puede ofrecer perdón, sanación y amistad a ciertas personas.
Once de los agentes nazis juzgados en Núremberg fueron justamente condenados a muerte por sus crímenes. Y siete de ellos, antes de ser ejecutados, a través del ministerio de Henry Gerecke y el otro capellán asignado, ¡siete! confesaron sus pecados y miraron a Jesús en busca de perdón. No entiendo cómo Jesús puede hacerlo, a través de su vida y muerte, a través de su resurrección y regreso prometido, no entiendo cómo Él puede sanar la enfermedad y las consecuencias de esos pecados, de todos los pecados. No lo entiendo. Pero se lo agradezco. Especialmente cuando veo esa misma enfermedad en mí mismo.
ORACIÓN: Señor Jesús, ten piedad de mí, un pecador. Cúrame a mí y a todo el mundo. Amén.
Para reflexionar:
¿De qué forma cambia tu perspectiva de la gente cuando aceptas el diagnóstico de Jesús de que están «enfermos»?
¿Cómo podría estar esa misma enfermedad en ti?
Rev. Dr. Michael Zeigler, Orador de La Hora Luterana