Y mientras ellos se encontraban allí, se cumplió el tiempo de que ella diera a luz. (Lucas 2:6)
Cuando un bebé decide venir, viene, y es muy poco lo que se puede hacer para detenerlo. José debe haber estado frenético, tratando de encontrar un lugar donde su esposa pudiera dar a luz a su bebé. ¿Dónde habría suficiente espacio? ¿Quién los aco- gería? ¿Estaba limpio, era privado, había una partera cerca?
Lo más probable es que María estuviera más allá de esas preocupaciones. El dolor produce ese estado.
Las cosas estaban fuera de control. Excepto que, por supuesto, no lo estaban. Dios había planeado que Jesús naciera en Belén, y nada de esto lo sorprendió. Dios los estaba cuidando, no importaba lo aterradora que pudiera ser la situación. No estaban solos: Dios estaba con ellos.
Dios también está con nosotros cuando tenemos miedo y estamos confundidos. Aunque nosotros no lo sepamos, Él sabe lo que está haciendo. Él está cuidando de nosotros. Él nunca nos dejará ni nos abandonará. ¿Cómo podría abandonarnos, cuando él es Aquel que vino a salvarnos a través de un nacimiento tan impensado y aterrador como ese?
Querido Jesús, quédate conmigo y ayúdame cuando tenga miedo y no sepa lo que está pasando. Amén.
Para reflexionar
¿Cómo fue tu nacimiento, tranquilo y planeado, o caótico?
¿Por qué crees que Dios eligió un nacimiento tan azaroso e incluso peligroso para Jesús?
Cuando naciste en la fe cristiana, ¿fue tranquilo y bien planeado, o fue (humanamente hablando) azaroso y arriesgado?