El problema del pecado – Cristo para Todas las Naciones

Éste es el mensaje que hemos oído de él, y que les anunciamos a ustedes: Dios es luz, y en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que tenemos comunión con él, y vivimos en tinieblas, estamos mintiendo y no practicamos la verdad. Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.

2 Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no pequen. Si alguno ha pecado, tenemos un abogado ante el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. 1 Juan 1:5-2:2

Juan escribe sobre un problema continuo para los cristianos: el problema del pecado. Como hijos de Dios, no queremos pecar. El pecado ya no es nuestro hogar, nos hace sentir incómodos, infelices, culpables, avergonzados, incluso si no hay ninguna posibilidad de que alguien se entere. Y, sin embargo, parece que no podemos liberarnos por completo de él. De hecho, a menudo parece que cuanto más vivimos como cristianos, ¡más conscientes somos de nuestra propia pecaminosidad!

Juan reconoce este hecho. Él nos anima a no pecar pero sabe que, hasta que estemos con el Señor para siempre, no estaremos libres de pecado. Para que no nos engañemos y pensemos que podemos evitarlo por completo, nos señala a Aquel que nos ayudará cada vez que caigamos: Jesús, nuestro Salvador. Juan lo llama nuestro «abogado ante el Padre». Un abogado es alguien que habla en nuestra defensa, alguien que está de nuestro lado. Y Jesús definitivamente lo está. Si das tu vida por alguien, ¡claramente lo amas!

“La sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado”, nos dice Juan. Eso incluye el pecado que cometemos después de convertirnos en cristianos, después de ser bautizados, después de creer, ¡incluso después de setenta u ochenta años en la fe! Como alguien dijo una vez: «Jesús murió incluso por los cristianos», y también resucitó por nosotros.

Entonces podemos ser pacientes con nosotros mismos. Si seguimos tropezando y cayendo en el barro, espiritualmente hablando, Jesús sigue levantándonos y lavándonos. No pierde la paciencia con nosotros. Él nos conoce de cabo a rabo y, sin embargo, nos ama. No se sorprende ni se molesta. El Espíritu Santo seguirá haciendo Su obra en nosotros durante toda la vida, hasta el día en que nos lleve a salvo a Jesús para siempre.

ORACIÓN: Señor, cuando caiga en pecado, ayúdame a seguir confiando en Ti. Amén.

Preguntas de reflexión:
¿Crees que alguien puede ser perfecto en este mundo? ¿Por qué sí o por qué no?
¿Qué haces cuando sigues cayendo en un pecado en particular una y otra vez?

Dra. Kari Vo

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