Desde el mediodía y hasta las tres de la tarde hubo tinieblas sobre toda la tierra, y a las tres de la tarde Jesús clamó a gran voz: “Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?”, que significa “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Marcos 15:33-34
¿Alguna vez alguien te ha hecho callar por decir algo que creen que a Dios no le gusta? Tal vez alguien se sintió incómodo porque expresaste enojo o frustración con Dios o porque dudas de él. O tal vez fue el lenguaje que usaste. “¡Cállate!”, te gruñen. “No le digas eso a Dios.” Es como si pensaran que Dios es demasiado delicado o está demasiado enojado para manejar tus sentimientos.
Por eso me consuela escuchar a Jesús gritar estas palabras: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” El propio Hijo de Dios clama las palabras que muchos de nosotros hemos usado en momentos terribles y desolados de nuestras vidas. Y no necesitamos explicarlo diciendo: “Jesús solo estaba citando el Salmo 22.” De hecho lo estaba, y su corazón estaba totalmente concentrado en ese salmo.
Jesús es la prueba de que Dios puede manejar nuestros sentimientos: los buenos, los malos, y los feos. Él recibe nuestra desesperación, nuestro miedo, nuestra duda, nuestra ira. Él no se dará por vencido con nosotros, aunque ofendamos sus delicados oídos. Podemos derramar nuestro corazón a sus pies, sabiendo que el mismo Dios que una vez colgó de esa cruz nos mostrará amor, misericordia y ayuda. Él murió por nosotros y resucitó de la tumba por nosotros. Ahora él nos llama a llevarle todas nuestras necesidades, como sea que las expresemos.
Señor, gracias por amarnos y no rechazarnos. Amén.
Para reflexionar
¿Alguna vez alguien te ha regañado por algo que dijiste en oración?
¿Te pone nervioso decirle ciertas cosas a Dios? ¿Por qué sí o por qué no?
¿Cómo oras cuando te encuentras en el dolor más profundo?