Su paciencia, nuestra bendición – Cristo para Todas las Naciones

Jesús entró en Jerusalén y se dirigió al templo. Después de mirar todo a su alrededor, se fue a Betania con los doce, pues ya estaba anocheciendo. Marcos 11:11

Me encanta este versículo. Nos dice lo que hizo Jesús inmediatamente después de que montó en ese burro para ir a Jerusalén el Domingo de Ramos. Era tarde. Jesús tenía planes para el templo, ¡planes de eliminar a los comerciantes con un látigo! Pero esta noche no. Se tomaría su tiempo.

Eso es bastante típico del carácter de Dios, ¿no? Él ve algo que necesita cambiar, tal vez maldad, violencia, la idolatría en la que los israelitas estaban viviendo; tal vez un área importante de pecado en mi vida o en la tuya. Pero no pierde la calma y comienza a lanzar relámpagos, sino que se toma su tiempo. Piensa. E incluso da tiempo para el arrepentimiento, una última oportunidad para hacerlo bien, antes de que él lo haga por su propio poder.

Me alegra saber que Dios no pierde el control; que cuando juzga, lo hace con amor, planificando el mejor resultado posible para todos los involucrados. Como dice el escritor de Hebreos: “Ninguna disciplina nos pone alegres al momento de recibirla, sino más bien tristes; pero después de ser ejercitados en ella, nos produce un fruto apacible de justicia” (Hebreos 12:11).

Dios hace planes para que lo peor caiga sobre sí mismo en lugar de sobre nosotros, recibiendo azotes y sufriendo en la cruz. Su amor y paciencia son nuestra bendición.

Señor, gracias por cuidarme, incluso cuando necesito corrección. Amén.

Para reflexionar
¿Conoces a alguien que parece descontrolado? ¿Cómo te hace sentir eso?
Si debes disciplinar a un niño o una persona subordinada, ¿cuánto piensas en ello?
¿Recuerdas alguna oportunidad en que la disciplina de Dios te benefició?

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