Ese mismo día, al caer la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: “Pasemos al otro lado.” Despidió a la multitud, y partieron con él en la barca donde estaba… Pero se levantó una gran tempestad con vientos, y… las olas azotaban la barca… Jesús estaba en la popa, y dormía sobre una almohada. Lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos por naufragar?” Marcos 4:35-36a, 37a, 38
Las tormentas pueden dar miedo, especialmente cuando uno está en un bote pequeño lejos de la costa. Incluso los discípulos, que habían pasado toda su vida en barcas, estaban asustados. ¿Se hundirían esta vez?
Así es que despertaron a Jesús y se quejaron: “¿Acaso no te importa que estamos por naufragar?” Entonces Jesús se levantó, calmó la tormenta y les preguntó: “¿Por qué tienen tanto miedo?”
Él podría decirnos lo mismo a ti y a mí, ¿verdad? Nosotros también tenemos tormentas en nuestra vida: enfermedades, peligro, dolor y pérdidas, todas cosas que amenazan con hundir nuestros pequeños botes. Sabemos que podemos hundirnos muy fácilmente. ¡Por supuesto que tenemos miedo!
Sin embargo, tenemos a Jesús. Mientras él esté con nosotros, no vamos a perecer. Incluso si pareciera que está dormido, lo lograremos. ¡La tormenta conoce a su Señor!
Entonces, ¿qué debemos hacer cuando estamos asustados? ¡Exactamente lo que hicieron los discípulos, aunque con mejores modales! Podemos pedirle ayuda a Dios, sabiendo que él tiene todo el poder. Podemos confiar en que él nos salvará. Después de todo, él nos ama tanto como para morir por nosotros, y resucitar para que podamos tener vida eterna. Porque nos ama, estamos a salvo en sus manos.
Amado Señor, cuando tenga miedo, ayúdame a confiar en ti. Amén.
Para reflexionar
¿Te gustan las tormentas? ¿Por qué sí o por qué no?
¿Qué tormentas has tenido en la vida?
¿Cómo te ha ayudado Jesús a sobrevivir esas tormentas?