Vayan y vean – Cristo para Todas las Naciones

En ese momento apareció, junto con el ángel, una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: “¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra a todos los que gozan de su favor!” Cuando los ángeles volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: “Vayamos a Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha dado a conocer.” Así que fueron de prisa, y hallaron a María y a José, y el niño estaba acostado en el pesebre. Al ver al niño, contaron lo que se les había dicho acerca de él. (Lucas 2:13-17)

Una vez que los ángeles se fueron al cielo, los pastores tuvieron que tomar una decisión. ¿Qué iban a hacer con lo que acababan de oír? ¡Ir y ver, por supuesto! Habrán hecho arreglos para dejar a sus rebaños al cuidado de otros y luego… a Belén lo más rápido posible, para ver lo que el Señor les había dicho.

Y allí encontraron a Jesús, el Salvador recién nacido acostado en un pesebre, exactamente como Dios les había dicho. Entonces, nuevamente, hicieron lo que les surgió naturalmente: difundieron la noticia entre todos sus amigos y vecinos, contándoles acerca de Jesús y de lo que los ángeles les habían dicho.

Nosotros podemos hacer eso también. “¡Prueben ustedes mismos la bondad del Señor!”, dice el salmista (Salmo 34:8). “Ven a ver”, le dijo Felipe a su amigo dudoso. Nosotros también podemos ir a ver, ir y probar que Jesús es bueno. Y luego podemos compartir esa noticia con aquellos a quienes amamos, para que también ellos puedan verlo y confiar en él como el Salvador que nació para ellos, que murió por ellos y que resucitó para darles vida eterna.

Padre, ¡gracias por contarme de tu Hijo Jesús! Amén.

Para reflexionar
¿Esperas que otros prueben primero, antes de probar tú?
¿Cuándo te ocurrió algo tan maravilloso que tenías que contárselo a alguien?
¿Quién te contó de Jesús?

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