Dios con nosotros – Cristo para Todas las Naciones

Y mientras ellos se encontraban allí, se cumplió el tiempo de que ella diera a luz, y allí tuvo a su hijo primogénito; y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en ese albergue. (Lucas 2:6-6)

María se preparó para el nacimiento de su bebé tan cuidadosamente como pudo. Llevó pañales para envolver a Jesús y la ropa humilde de cualquier bebé recién nacido, con la intención de mantenerlo abrigado y ayudarlo a crecer bien y fuerte.

Dios también se preparó para el nacimiento de Jesús. ¿Qué preparó? No una posada o habitación de invitados, ni una cuna, ni siquiera una prestada. Dios le dio a Jesús un pesebre para dormir, para mantenerlo alejado del suelo, seguro y limpio. No fue glorioso, pero cumplió su función.

Ahora tenemos esta imagen que atesoramos para siempre: la imagen de nuestro recién llegado Salvador Jesús, envuelto en la humilde ropa del amor y compartiendo la pobreza de las personas que vino a salvar. ¿Quién podría tener miedo de tal Salvador? Él viene a nosotros justo donde estamos, no donde deberíamos estar. Un Dios que usa nuestra ropa de bebé es un Dios que está íntimamente conectado con nosotros, que camina en nuestros zapatos, que lleva nuestras cargas, que cuelga de nuestra cruz. El Señor que duerme en un pesebre es el mismo Señor que durmió en nuestra tumba y resucitó victorioso de la muerte para llevarnos a todos junto con él a la vida eterna.

Querido Señor, permanece conmigo para siempre. Amén.

Para reflexionar
¿Alguna vez cuidaste a un recién nacido? ¿Cómo te fue?
¿Qué sentimientos piensas que María y José tuvieron durante esta experiencia?
¿Por qué piensas que Dios permitió que Jesús naciera en circunstancias tan precarias?

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