Y a ti, niño, te llamarán “Profeta del Altísimo”, porque irás precediendo al Señor para preparar sus caminos. Darás a conocer a su pueblo la salvación y el perdón de sus pecados, por la entrañable misericordia de nuestro Dios. La aurora nos visitó desde lo alto, para alumbrar a los que viven en tinieblas y en medio de sombras de muerte; para encaminarnos por la senda de la paz. (Lucas 1:76- 79)
Hay una razón por la cual las personas sentadas junto a la cama de sus seres queridos en los hospitales, miran por la ventana por la noche: están esperando el amanecer, la esperanza de un día nuevo y mejor.
Zacarías se refiere a Jesús como nuestro amanecer, “la aurora que nos visitó desde alto”. Él no se quedará simplemente en el cielo y brillará sobre nosotros desde allí, sino que bajará a nuestro mundo oscuro naciendo como un bebé humano entre nosotros para alumbrar “a los que viven en tinieblas y en medio de sombras de muerte”. Y hará más que eso: a través de su muerte y resurrección, eliminará la sombra de la muerte para siempre y nos llevará a la luz eterna del reino
de Dios.
Zacarías habló como quien tuvo el privilegio de ver los primeros rayos del amanecer, el comienzo de la venida de Jesús. Pero tú y yo tenemos algo aún mejor: el pleno conocimiento de cómo Jesús nos ha salvado, dando su vida por nosotros y luego compartiendo su vida resucitada con nosotros, incluso ahora. Vemos el amanecer claramente y ya comenzamos a ver la luz creciente de su maravilloso día.
Padre celestial, llévanos a la luz de Jesús. Amén.
Para reflexionar
¿Qué prefieres, ¿el amanecer o el atardecer?
¿Recuerdas algún amanecer que haya sido especial para ti?
¿Cómo te da esperanza la llegada de Jesús al mundo?