Entonces María dijo: “Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Pues se ha dignado mirar a su humilde sierva, y desde ahora me llamarán dichosa por todas las generaciones. Grandes cosas ha hecho en mí el Poderoso; ¡Santo es su nombre! (Lucas 1:46-49)
¿Me ves? Esa es una pregunta que mucha gente quisiera hacerle a Dios. Sabemos que somos tan pequeños, tan humildes en un vasto universo lleno de cosas terribles, maravillosas y gloriosas. ¿Por qué se preocuparía Dios por nosotros? Algunas personas sienten esto con tanta fuerza, que se niegan a creer en Jesús: no pueden aceptar la idea de que Dios realmente los pueda ver, que
realmente se preocupe por ellos.
Pero María sabe la verdad. Humilde como es, sabe que Dios ha hecho lo impensable: ¡se ha fijado en ella, sí, en ella! Y la ha elegido. Y así, como Agar antes que ella (Génesis 16), dice: “Dios me ha visto. Dios me miró y vio mi situación. Le importo al Dios viviente.”
Eres importante para el Dios viviente. Aunque él está en lo más elevado y es glorioso sobre todos los cielos, se ha acercado a ti. Él ha venido a tu mundo como un ser humano, como tú, como alguien que comparte tu sufrimiento, conoce tus miedos y penas, lleva tu culpa y vergüenza. ¿Por qué? Porque, aunque eres pequeño, él te ama y quiere que seas suyo. Él te dará vida para siempre, porque confías en él y tú eres de él. Eres bendecido.
Señor, ayúdame a confiar realmente en que tú en verdad me ves y me amas. Amén.
Para reflexionar
¿Has sentido alguna vez que no fuiste necesario ni importante?
¿Crees que el hecho de que Dios siempre te esté mirando sea una cosa buena?
¿Cómo sabes que Dios te ve y se ocupa de ti?