Extendiendo la bienvenida de Dios – Cristo para Todas las Naciones

Reciban al que es débil en la fe, pero no para entrar en discusiones. Algunos creen que está permitido comer de todo, pero hay otros, que son débiles y que sólo comen legumbres. El que come de todo, no debe menospreciar al que no come ciertas cosas, y el que no come de todo, no debe juzgar al que come, porque Dios lo ha aceptado… pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya sea que vivamos, o que muramos, somos del Señor. Porque para esto mismo Cristo murió y resucitó: para ser Señor de los vivos y de los muertos. 10 Así que tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? ¡Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo! 11 Escrito está: «Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua confesará a Dios.» 12 Así que cada uno de nosotros tendrá que rendir cuentas a Dios de sí mismo. Romanos 14:1-3, 8-12

Hay algo realmente esencial y práctico en este mensaje del apóstol Pablo. En sus viajes misioneros, Pablo se encontró con todo tipo de personas. Debatió sobre Cristo con eruditos y compartió al Salvador con hombres y mujeres comunes que conoció en el camino. Si bien ciertamente hubo diferencias de opinión y creencias entre las personas con las que habló, parece probable que no estuviera demasiado preocupado por resolverlo todo antes de hablarles de Jesús. “… al estar entre ustedes me propuse no saber de ninguna otra cosa, sino de Jesucristo, y de éste crucificado” (1 Corintios 2:2).

Después de todo, aquellos que difieren de nosotros en hábitos o costumbres no están excluidos del amor de Dios. Todos somos pecadores que estamos en el mismo barco, pecadores que necesitamos desesperadamente la gracia y la misericordia de Dios. Pablo tenía esta verdad grabada en su corazón:  “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Timoteo 1:15). No hay lugar para el juicio, no hay razón para despreciar a otros que, como nosotros, están perdidos sin la gracia de Dios.

Y así, a los que son diferentes a nosotros, Pablo les anuncia: «¡Dios te ha dado la bienvenida!» Jesús demostró esto al partir el pan con los pecadores, para disgusto de los fariseos y los escribas (ver Lucas 15:1-10). Jesús expresó el amor de Dios, que todo lo abarca, a la mujer samaritana en el pozo de agua, al hijo del centurión romano y en la historia del hijo pródigo judío (ver Juan 4; Lucas 7:1-10; Lucas 15:11-32). 

Las diferencias externas que vemos son solo superficiales; no permitamos que nos impidan ver la obra de Dios, quien ve el corazón. Allí es donde el Espíritu Santo obra, llevándonos a la fe en Jesús, enriqueciendo nuestras vidas con su presencia e inspirándonos a hablar a otros sobre el Salvador, ¡con una cordial bienvenida a todos!

ORACIÓN: Padre Celestial, enséñanos a aceptar a todas las personas así como Tú nos has aceptado. En el nombre de Jesús. Amén.

Preguntas de reflexión:
¿A qué tipo de personas te resulta difícil aceptar?
¿De qué manera haces que una persona se sienta bienvenida?

Paul Schreiber

Write a comment:

*

Your email address will not be published.

© 2008 - 2022 Cristo para Todas las Naciones Guatemala