¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el que escudriña estos tiempos? ¿Acaso no ha hecho Dios enloquecer a la sabiduría de este mundo? 21 Porque Dios no permitió que el mundo lo conociera mediante la sabiduría, sino que dispuso salvar a los creyentes por la locura de la predicación. 22 Los judíos piden señales, y los griegos van tras la sabiduría, 23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, que para los judíos es ciertamente un tropezadero, y para los no judíos una locura, 24 pero para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios, y sabiduría de Dios. 25 Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. 1 Corintios 1:20-25
En Corinto, una antigua capital de la cultura griega y del comercio mundial, el apóstol Pablo, maestro misionero al mundo, enseñó a sus oyentes una lección suprema. Les dijo que el perdón y la paz con Dios — bendiciones demasiado poderosas para que las obtengan con una vida de duro trabajo — eran de ellos, segura y eternamente, por gracia a través de la fe. Al exaltar a Cristo en la cruz, Pablo proclamó el corazón del Evangelio: la justificación por la fe. Él le dijo a su audiencia que estaban justificados en el Nombre del Señor Jesucristo. La sangre del Redentor había hecho posible su limpieza de todo pecado y culpa.
Sin duda, mucho ha cambiado desde que este siervo cruzó Grecia a la velocidad vertiginosa de unas seis millas por hora. Hoy en día, el mundo en general es instantáneo y está disponible a través de los medios de comunicación y la comunicación a larga distancia. Pero también está incrustado con una mentalidad corintia inclinada contra la pureza y la justicia. Cuán necesario, entonces, que nosotros y todos los demás mensajeros de la misericordia de Cristo repitamos las palabras llenas de fe de San Pablo: «Predicamos a Cristo crucificado».
Dios ofrece su amor a todas las personas, en todas las clases y condiciones, sin que ningún pecador sea demasiado vil para ser perdonado mediante la fe en el Salvador que conquista el pecado. Él nos dice —a ti y a mí— que nuestras conciencias culpables ya no pueden acusarnos con éxito, ni los enemigos feroces del infierno triunfar sobre nosotros. Por Cristo no tenemos más culpa y, por lo tanto, no más castigo.
Esta es la necedad de Dios más sabia que la mente del hombre. Ésta es la debilidad de Dios más fuerte que cualquier cosa que el mundo pueda ofrecer. A través de la cruz de Jesús, Dios ha puesto fin a toda débil excusa que nuestro viejo yo puso en nuestra defensa. El amor del Salvador puede convertir nuestro terror en confianza, nuestros miedos en fortaleza y ayudarnos a sobrellevar incluso las cargas más pesadas de la vida.
ORACIÓN: Padre celestial, coloca la cruz de tu Hijo en nuestros corazones para que creamos y compartamos el amor de Jesús con los demás. En su Nombre. Amén.
Preguntas de reflexión:
¿De qué manera la predicación de Pablo es una «locura» para los judíos y los griegos?
¿Has encontrado resistencia al compartir el mensaje de la cruz? ¿Cómo has respondido?
Rev. Dr. E.R. Bertermann