El nacimiento de Jesucristo fue así: María, la madre de Jesús, estaba comprometida con José, pero antes de unirse como esposos se encontró que ella había concebido del Espíritu Santo. (Mateo 1:18)
María probablemente tenía una idea de cómo sería su vida: primero el compromiso, luego esperarían unos meses antes de la fiesta de bodas y luego (nueve o diez meses después) un bebé. Era el curso normal de las cosas.
Pero todo eso se arruinó cuando Dios se metió en medio. De repente se encontró comprometida y embarazada, sin la seguridad de que alguna vez se celebraría una boda. Su vida se había deshecho.
La mayoría de nosotros también tenemos planes para la vida, incluso si no son conscientes. Nos imaginamos el futuro y nos decimos: “Viviré en esta casa”, o “para ese entonces mis hijos ya no estarán en la escuela secundaria”. Nos da seguridad emocional imaginar estas cosas. Y luego sucede algo (muerte, divorcio, discapacidad) y nuestros planes se van por la ventana. Nuestras vidas se deshacen y no podemos imaginar lo que vendrá después.
Cuando eso sucede, lo mejor que podemos hacer es lo que hizo María: recurrir a Dios y dejar que él nos guíe. “Yo soy la sierva del Señor”, dijo ella. “¡Cúmplase en mí lo que has dicho!” Eso da miedo, pero es la única seguridad real que tenemos. Con Dios en control, podemos aprender a relajarnos y dejar que él resuelva las cosas. Después de todo, él es quien dio su vida por nosotros para rescatarnos del mal y llevarnos a salvo a su reino para siempre. Si Jesús puede hacer eso, ciertamente puede llevarnos a salvo a través de los tiempos más aterradores de nuestras vidas.
Padre, guíame y ayúdame a confiar en ti. Amén.
Para reflexionar
¿En qué momento experimentaste que tu vida se dio vuelta?
¿Cómo te sentiste cuando eso sucedió?
¿Cómo te ayudó Dios durante ese tiempo?