Recostado cerca del pecho de Jesús

_ ¿De qué estás huyendo?
_ No estoy muy seguro.
_ Entonces ¿por qué huyes?
_ Tampoco lo se, sólo se que no tengo la paz que busco.
_ ¿Crees que cambiando de lugar la hallarás?
_ No se, pero aquí no puedo seguir, me estoy asfixiando. Aun no se lo que deseo hacer en la vida.
_ Por lo que veo, has cambiado de lugar muchas veces.
_ Ya he perdido la cuenta.
_ ¿Notas mucha diferencia entre un sitio y otro? ¿Acaso crees que los lugares nos cambian?
_ Hasta ahora no me ha pasado, siempre me siento inquieto.
_ ¿Por qué crees que con el cambio las cosas cambiarán?
_ Porque no acepto la idea de no tener respuestas, de no hallar lo que busco, de no sentir que estoy haciendo lo que debo hacer; ¿te parece mal?
_ No estoy juzgándote, creo que es importante encontrar nuestra vocación y el lugar donde ejercerla, sin embargo pienso que para encontrar nuestro lugar en el mundo hemos de encontrar primero un lugar interior que siempre venga con nosotros adonde quiera que vayamos. Si no tienes paz en el corazón, que es donde debe estar la paz, no podrás tener paz por el mero hecho de cambiar de localidad o de empleo.
Muchas personas cambian constantemente de todo, porque piensan que por fin van a llegar a alguna parte donde puedan sentirse bien. Cambian de vehículo, de casa de esposa o de esposo, de lugar o de lo que sea, incluso se operan para cambiar de aspecto y luego después de un tiempo todo vuelve a ser igual y es que creo que las cosas de fuera no nos cambian ni nos dan la paz. Si tu corazón es un volcán, llevarás el volcán a donde quiera que vayas y quemarás a la siguiente persona en quién hayas puesto tanta esperanza.
_ Y tú, ¿qué haces para sentirte en paz?
_ Hago lo que ya hice una vez.
_ Y bien…
_ Me recosté cerca del pecho de Jesús, como hizo Juan en la última cena. Verás en este acto hay tres aspectos que son muy importantes:
El primero es recostarse, es decir, quedarse quieto de una vez, parar, dejar de ir de aquí para allá. El simple hecho de descansar ya es mucho. Se trata de tomar esta decisión; reposar, darse tiempo aunque parezca que ese tiempo es tiempo perdido. Reposar es sobre todo reposar la cabeza, dejar de dar vueltas a nuestras ideas y esperar a ver que pasa cerrando la boca, cerrando el flujo continuo de pensamientos y adoptando una actitud de escucha. Para oír bien hay que estarse quieto.
Pero reposar tan solo no basta; hay que hacerlo en el lugar adecuado y ese lugar es la proximidad de Jesús. Reposando cerca de el, podemos escuchar su voz y su corazón y oyendo entenderemos en que sitio nos quiere Dios y lo que debemos hacer allá.
Por último y lo más importante es que la Persona que nos da la paz es aquella que es la Paz en sí misma. Si estás en ese lugar llevarás la paz adonde quiera que vayas y tu paz será transmitida a los que te rodean.
Si no descansas en Dios, puedes cambiar de lugar, de pareja o de todo, pero no podrás tener paz ni mejorarte a ti mismo y antes de que te des cuanta hallarás de nuevo aquello mismo de lo que huías.