Predicación en el domingo de Reforma el 30-X-11 en la iglesia Luterana “Cristo Rey” – Cristo para Todas las Naciones

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

(Jn 8:31)

La Verdad es la cualidad de la que participan todas las cosas que no son falsas. La verdad, como la belleza, son conceptos universales, abstractos y absolutos, a través de los cuales definimos las cosas que son verdaderas o bellas. Algo es verdadero si participa de la Verdad y es bello si participa de la Belleza. Sin embargo sabemos que es mucho más fácil saber si algo es bello que verdadero. Todo lo verdadero ha de referirse necesariamente a la Verdad.

Como ya les he referido en alguna ocasión, el Mahatma Gandhi nos recuerda a todos la importancia de lo que un día comprendió: que lo importante no era decir: “Dios es la Verdad”, sino comprender lo que significa decir: “La Verdad es Dios”. En el primer caso estamos afirmando que nuestra idea de Dios es la verdadera en detrimento de otras posibles ideas o representaciones de la divinidad. Creamos con esta actitud una situación beligerante frente a otros. Sin embargo cuando afirmamos que la Verdad es Dios estamos diciendo que si alguien dice la verdad, esa afirmación necesariamente procede de Dios, pues es él el que da la veracidad a todas las cosas. No importa que la afirmación verdadera la diga el hijo de un carpintero, o un fraile de un retirado convento, porque la autoridad de toda afirmación procede no de una jerarquía autorizada y constituida, sino de la Verdad.

 

Nuestro mundo está lleno de verdades perimetrales. Estas “verdades” funcionan dentro de su perímetro, de su ámbito, allí y solo allí estas supuestas verdades lo son. Las ideologías y todos los “ismos” del mundo están llenos de estas verdades a medias y el cristianismo, cuando se convierte en ideología, desgraciadamente también. Por ejemplo un Stalinista, defenderá que hay que eliminar a los disidentes sin contemplaciones. Esa sería una verdad perimetral que tiene su lógica dentro del ámbito de esa concepción política aberrante.

Aquellas personas que habían creído en Jesús basaban su confianza en “su” verdad en bases como: nuestro padre es Abraham o no somos nacidos de fornicación un padre tenemos que es Dios. Bajo esas premisas se debía deducir que ya poseían la verdad y que Jesús no tenía nada que enseñarles.

Sin embargo para Jesús el criterio acerca del verdadero conocimiento de Dios estaba basado en algo muy diferente: el amor.

La clave del conocimiento no es el linaje, la pertenencia a una determinada denominación religiosa, o el cargo eclesiástico, se trata sencilla y llanamente del amor. El que ama es el que conoce a Dios. Si vuestro padre fuese Dios ciertamente (verdaderamente) me amaríais y entonces se produciría el milagro del conocimiento de Dios.

Se puede conocer de memoria la confesión de fe y todos los credos, se pueden repetir y confesar todas las doctrinas “ortodoxas” acerca de Dios y no conocer a Dios verdaderamente, porque para conocer hay que amar. El conocimiento en la concepción bíblica implica una relación de intimidad así, Adán “conoció” a Eva. El conocimiento implica hacerse carne con lo conocido, no se trata de recopilar datos, para conocer hay que amar, hay que estar enamorado, para conocer la verdad hay que estar enamorado de ella, para conocer  a Dios hay que estar enamorado de él, hay que tener un trato de intimidad que sólo el amor es capaz de proporcionar. De ahí que el poeta Rumí afirme: “El credo del amor es diferente de cualquier religión. Para el enamorado no hay más fe, ni más credo que Dios”.

El problema de los interlocutores de Jesús era que “su” verdad era perimetral, funcionaba dentro de una idea religiosa basada en el nacimiento, la tradición y la ley. Tenía puesta demasiada ropa encima y la ropa no se lleva bien con la intimidad, porque oculta demasiado, disfraza demasiado. El que ama a Dios se quita todo ropaje, y todo disfraz y clama humildemente; “heme aquí Señor, este soy yo, pobre, sólo, desvalido, este pecador es el que desea conocerte, el que desea aprender a amarte, ¡enséñame oh Dios!”.

Es intrigante que el evangelio afirme que habían creído en él. Jesús les dice que tienen por delante un camino por recorrer que pasa por la senda del amor. Tienen que hacerse discípulos, es decir, estudiantes, aprendices del amor porque se puede amar y se puede amar verdaderamente, se puede conocer y se puede conocer verdaderamente, se puede tener una cierta libertad, (como el preso que se pasea por el patio de la cárcel)  o se puede ser verdaderamente libre. Se pueden conocer cosas acerca de Dios, o se puede conocer verdaderamente a Dios. Todo depende del amor que se expresa en el compromiso de guardar y permanecer en su palabra haciendo de ella una realidad de vida y no un tesoro escondido en una cueva olvidada.

Lo que sucede cuando  desconocemos la Verdad es que nos estamos jugando nuestra propia libertad. Jesús nos enseña que el propósito de la Verdad es hacernos libres, porque Dios no sólo es Dios de vivos sino de personas libres. ¿Libres de qué?: De todo lo que es falso, es decir del pecado, de la esclavitud de este presente siglo malo, de esta forma imperfecta de existencia llena de sufrimiento, enfermedad y muerte. Necesitamos ser liberados por el Hijo y para eso hemos de hacer de su palabra nuestro modo de vida, es decir, hemos de amar.

Ser libre significa no estar bajo la bota de nadie, ni siquiera bajo la de Dios, porque el no es un tirano que desea seres sometidos sino libres, felices, completos, llenos de posibilidades, caminantes de espacios abiertos e infinitos.

Si no conocemos es porque no amamos. De ahí que haya tanto maestro espontáneo que cree haber descubierto el solito con “su” Biblia y “su” interpretación particular el misterio de los misterios. Estos maestros a menudo son personas amargadas, llenas de rencor e incultas y sobre todo, incapaces de amar.

No le de usted más vueltas, no se trata de que siga recopilando datos y supuestas certezas de segunda mano acerca de Dios. Ame a Dios y a su imagen, el hombre, y conocerá. Y ese conocimiento de la Verdad es el que le dará la libertad que comenzará por salvarle de su propio ego. El que más ama es el que más conoce, no olvide esto. No crea en la sabiduría de alguien que no ama. No crea que los títulos académicos o el status eclesiástico den el  verdadero conocimiento que es la sabiduría de Dios. Amar a Dios es encontrar la sabiduría, amar a Dios es conocer la verdad, amar a Dios es ser libre.

Estamos en tiempo de Reforma, de corregir diariamente la dirección de nuestros corazones, de nuestra comunidad, de nuestra iglesia y de nuestras formas de conocer a Dios. Y hemos de ser cuidadosos y delicados como lo requiere el amor.

Miremos hacia atrás, no para quedarnos allá, sino para avanzar, rectificar y mejorar. Porque si la Reforma no significa salir a proclamar la verdad con el deseo de liberar a los hombres, no estaremos haciendo nada más que un ejercicio académico o de culto sin significado en cuanto a la transformación del mundo. Debemos admitir que en el pasado hubo mucho enfrentamiento y odio en el seno de la iglesia. Insultos, descalificaciones y ambiente bélico. Esa violencia fue lamentable y no hemos de estar orgullosos de ella. Toda teología que no brota del amor no puede conducir a la verdad. Si nuestras afirmaciones doctrinales no promueven la compasión, la misericordia y el amor, estamos equivocados, no estamos predicando la Verdad y no estamos promoviendo la libertad humana. Mirémonos a nosotros mismos y examinemos si somos gente acomplejada, mal adaptada a la vida y neuróticos o si estamos tan llenos de sentimientos de culpa sin motivo que no podemos transmitir a nadie la verdadera confianza en nuestro Dios. O si por el contrario provocamos en la gente que nos rodea deseos de conocer al Dios que hace de nuestra vida algo deseable para los demás. Nuestro conocimiento de la Verdad ¿ciertamente nos ha hecho libres; o nos ha hecho simplemente gente resignada y triste y criticona?

El grito de la Reforma es una advertencia hacia ese ideal de que la iglesia siempre debe estar dispuesta a reformarse cuando la luz de la Verdad ilumine las zonas más oscuras de nuestro conocimiento. Tenemos que mantener la libertad, el libre examen de las Escrituras y de todo lo demás. Tenemos que mantener el espíritu humilde que nos de la capacidad de modificar lo que está confundido o se ha quedado caduco. Tenemos que pelear por proseguir hacia un conocimiento más profundo de Dios por medio del amor. Tenemos que mantener nuestro compromiso con la libertad para expresarnos sin temor, ¡por algo somos protestantes!, porque nuestra libertad está fundamentada en la rasgadura de un velo que nos invita a entrar hasta lo profundo del Santísimo y no a echar solamente un rápido vistazo. El velo está abierto para que todos y no sólo unos pocos penetren hasta el secreto de Dios sin ninguna mediación de autoridad humana ni religiosa. Puesto que esa libertad nos la ha dado Jesús con su cuerpo roto por el sin sentido humano, ¿cómo vamos a vivir como aquellos que aun son esclavos y no libres? Tenemos que sentirnos libres de todo temor, de toda tutela y condenación. Dios nos ha hecho libres y ahora debemos vivir en esa libertad fruto de nuestro encuentro con Dios. Esta libertad nos impele a salir al mundo para cambiarlo y no a sentirnos parte de un selecto grupo de gente buena y voluntariosa pero encerrado en si mismo y sin trascendencia para nadie, sin el poder arrollador que da el conocimiento de la Verdad.

¿Cómo haremos estas proezas? Imitemos al colibrí. Este pequeño pájaro sólo liba mientras aletea. Cuando cansado se agarra a la planta, aunque esté al lado de la flor, no come, sólo lo hace mientras agita sus alas. Mover las alas es para nosotros: permanecer en las palabras de Jesús. Mientras permanezcamos volando, mientras permanezcamos en su palabra, nos alimentaremos del conocimiento de la Verdad y el fruto de este conocimiento será la libertad del amor.

La palabra de Dios es algo más que un mensaje, es un lugar, es un ambiente; se trata de permanecer en su palabra como si de un lugar se tratase, aleteando, libando, amando y conociendo a Dios. Entonces y sólo entonces podremos ir al mundo dando respuesta a su dolor a su sufrimiento a sus necesidades de paz, bienestar, salud y gozo. Si conocemos la verdad es para que esta sea compartida y sea el vehículo hacia Dios.

Una Reforma que mira al futuro es lo que importa por encima de todo. Fiel a la verdad que nos ha sido dada, pero humilde frente a la propia ignorancia. No, no lo sabemos todo, nos queda mucho por aprender.

Un programa para el futuro podría constar de tres partes:

Lo primero sería un compromiso para huir de todo “ismo”, incluido el cristiano. No podemos ser una ideología que busca el fundamento de la Verdad en sí misma. La Verdad es Dios y sólo de él proviene toda verdad. Debemos ser capaces de derribar los perímetros falsos que hemos construido con nuestras actitudes de desamor, de temor y de culpa. Debemos ir más allá de nosotros mismos para seguir conociendo la infinitud de la Verdad que sólo se encuentra en el  Dios y Padre de todos.

En segundo lugar hemos de aceptar que tenemos una responsabilidad con el mundo. La palabra responsabilidad se compone de dos partes y significa sencillamente: habilidad para dar una respuesta. ¿Ante qué hemos de ser capaces de dar una respuesta?; ante la realidad.

Hoy las personas se enfrentan a una realidad que está llena de incertidumbres. La iglesia debe tener respuestas verdaderas para esas cuestiones. Para las cuestiones reales que se hace la gente. De nada sirve responder a lo que nadie pregunta. Nuestro cometido no es aportar datos, sino sabiduría para una generación que ha perdido el sentido de su vida.

En tercer lugar mantener y proclamar “sola escritura” debe significar algo más que una afirmación fundamentalista. Si la Reforma fue un intento de volver a la Verdad encarnada en Cristo, si nos consideramos herederos de la Reforma, entonces debemos considerarnos herederos de aquellos que pelearon por el conocimiento y mantenimiento de la Verdad. Nuestra herencia es La Verdad, no “nuestra” verdad, y el conocimiento de la Verdad por ser esta infinita, siempre esta abierto. Volverse conservadores de verdades parciales o perimetrales es traicionar la Reforma. Habiendo comenzado por el “libre examen”, no podemos terminar defendiendo la idea de que ya no queda nada por examinar. La libre investigación sin mediadores, prejuicios ni tutelajes, es lo que ha fundado la modernidad. La libertad también es libertad para examinar todos los ámbitos de la vida y también de los progresos en el conocimiento bíblico.

Tan importante como lo anterior es el derecho que la libertad nos da de expresar libremente aquello que una vez examinado ha pasado la prueba de la verdad. No podemos sentirnos intimidados por otra autoridad que no sea la Verdad. Si ahora resulta que el tutelaje papal ha sido sustituido por otro temor a otras autoridades religiosas, estamos en las mismas, porque el único tutelaje que podemos aceptar es el de la Verdad que sólo viene de Dios. Si hay autoridades que viven sometidas a Dios, mejor que mejor porque estas autoridades estarán de parte de la Verdad. No estamos recomendando la anarquía, sino todo lo contrario. No sugerimos que cualquier iluminado que crea descubrir “su” verdad, se constituya en autoridad independiente y no se someta a la iglesia y a sus autoridades. Lo que estamos afirmando es precisamente lo contrario. Decimos, como ya hemos defendido en otras ocasiones, que la verdad no es el patrimonio de la autoridad, sino que el patrimonio de la verdad es la autoridad. Que la verdad no lo es porque lo diga la autoridad, sino que el que habla la verdad tiene autoridad y que toda autoridad que se constituya al margen de la verdad no puede proclamar estar avalada por Dios. Es por eso que la iglesia debe velar para que sus autoridades sirvan a la verdad, y no a otros intereses.

No podemos mantener doctrinas y actitudes que se oponen tercamente a lo que la ciencia ha demostrado sin duda. La Biblia no es un libro de “conocimientos”, sino de Sabiduría. No nos ha puesto Dios para discutir a la ciencia lo que es de la ciencia, sino que estamos llamados a aportar el sentido de la vida para el hombre que la ciencia está incapacitada para aportar ¡Que no nos encontremos en esos círculos llamados “fundamentalistas” que pelean con la idea de que el sol gira en torno a la tierra y no al revés o cosas semejantes fuera de discusión en nuestros días! Nuestro compromiso es con una verdad objetiva que por serlo viene siempre de Dios. Tener miedo a la Verdad no es reformado.

Sólo así la “sola escritura” podrá seguir teniendo sentido y poder. No tenemos que competir con la ciencia, tenemos que aportar, repito, el sentido que ella no podrá nunca dar y contestar a las preguntas que ella nunca podrá aportar. Porque si la Palabra es de Dios nos dará la interpretación acerca del sentido de la vida y de la finalidad de todo que no es otra cosa que Dios mismo.

– Dr. Luís Velilla

  1. 8 noviembre, 2011

    Excelente los felicito,
    Un saludo especial para Rebeca
    Que estèn bien

  2. 13 marzo, 2012

    Along with having a great deal written content do you run into just about any troubles associated with copyright infraction? My personal website provides extensive exclusive written content I have both written personally or perhaps outsourcing nonetheless it seems like a lot of it is actually popping it all around the net without having my personal endorsement. Have you any idea virtually any solutions to help prevent content through being ripped off? I’d personally genuinely enjoy it.

Write a comment:

*

Your email address will not be published.

© 2008 - 2022 Cristo para Todas las Naciones Guatemala