LA AUTORIDAD ¿DE QUIÉN? – Cristo para Todas las Naciones

Las discrepancias acerca de la autoridad en la iglesia han causado a lo largo de los siglos disputas y divisiones. A la hora de buscar un fundamento humano que pueda servir de modelo, la Biblia ofrece numerosos ejemplos.

Podemos pensar que la autoridad de un gobernante real pudiera ser la base de la autoridad. David, es sin duda el paradigma real y por tanto debería poder ser un buen modelo. Sin embargo este rey usó su poder no sólo para gobernar sino para su propio provecho. Fue capaz de asesinar al marido de su amante usando su autoridad.
Su arrepentimiento quedó reflejado en el salmo 51, pero a pesar de su clamor:

¡Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación!, le encontramos en su lecho de muerte aconsejando a su hijo Salomón que actúe conforme a “su sabiduría” y mate a Joab y Simei, (Cf. 1 Re 2).

Fue tanta la sangre que David derramó que Jehová no permitió que él le edificase su templo: Tú no edificarás casa a mi nombre, porque eres hombre de guerra, y has derramado mucha sangre, (1Cr 28:3).
No, no parece que el poder real sea una garantía para la autoridad que estamos buscando.

 

También pensamos que la sabiduría puede ser un buen fundamento para la autoridad. Y ¿quién con más sabiduría que Salomón? Sin embargo su reinado comienza con el asesinato de su propio hermano. Adonías había cometido la imprudencia de pedir por medio de Batsabé la mano de Abisag la sunamita, aquella doncella que calentaba el gélido cuerpo del anciano David en su lecho. Cuando Salomón escuchó el pedido su reacción no se hizo esperar: Y el rey Salomón juró por Jehová, diciendo: Así me haga Dios y aun me añada, que contra su vida ha hablado Adonías estas palabras.
Ahora, pues, vive Jehová, quien me ha confirmado y me ha puesto sobre el trono de David mi padre, y quien me ha hecho casa, como me había dicho, que Adonías morirá hoy.
Entonces el rey Salomón envió por mano de Benaía hijo de Joiada, el cual arremetió contra él, y murió, (1Re 2: 23-25)
Todo indica que además Salomón terminó quedándose con la sunamita cuyos amores cantó tan poéticamente.
Después de este primer crimen, el sabio rey, asesinó obedientemente a Joab y Simei, tal como su padre le había pedido.
Luego, su ¿sabiduría? le llevó a tener setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas y por si fuera poco adoró a sus ídolos y construyó templos para ellos.
Tampoco parece que la sabiduría pueda ser el fundamento de la autoridad.

Podríamos pensar que la fortaleza sería una buena garantía para la autoridad; ¿y quién más fuerte que Sansón? Pero un día vio a una filistea de la que quedó prendado y como “le agradaba” sus padres terminaron por ceder y se la tomaron por mujer. Todos sabemos como terminó el pobre Sansón; ciego, debilitado y suicidándose mientras mataba más filisteos.
No, tampoco la fuerza es garantía de nada.

Pensemos en algunos profetas, sacerdotes, políticos, científicos, hombres de todo tipo, o en tradiciones supuestamente respetables y encontraremos actitudes incluso en nombre de Dios que no podemos considerar hoy día nada más que como inaceptables.
Pero nosotros no seguimos a reyes ni a sabios, ni a hombres de gran fuerza. Tampoco seguimos a sacerdotes ni a profetas.
Hemos aprendido que la única garantía de la autoridad radica en la Verdad. Ninguna posición humana es suficiente aval de autoridad. Y sólo hay Uno que es la Verdad. De forma que todo aquel que dice la verdad posee autoridad y todo aquel que dice la verdad no puede sino estar de acuerdo con Dios, porque la verdad, la diga quien la diga siempre proviene de Dios.
Tener autoridad significa literalmente “ser autor de uno mismo”. Y sólo hay Uno que es Autor de Si Mismo.
La diferencia entre tener poder y tener autoridad es que el poder puede aplastar al que se encuentra debajo, mientras que la autoridad siempre produce el crecimiento de aquel sobre el que se ejerce. Porque augere, que es la palabra que traducimos como “autoridad” en el Nuevo Testamento, significa precisamente eso: hacer crecer.
Y es esto sencillamente lo que percibimos en nuestro corazón cuando una palabra está investida de autoridad; que nos hace crecer. He aquí el mejor signo para saber si una palabra viene de la parte de Dios o viene de “otra” supuesta autoridad.

Hemos de ser cuidadosos con nosotros mismos y no pensar que porque tenemos determinados títulos, ocupamos cierta posición u oficio que nos dan preeminencia o poder, ya poseemos autoridad. Tampoco nuestra sabiduría o fortaleza, o ministerio u oratoria son signos de autoridad. Solo poseemos este don cuando hablamos la verdad y vivimos en ella y cuando nuestras palabras producen el crecimiento de las personas que nos rodean. Si sólo nos temen o nos obedecen, es posible que estemos ejerciendo poder, pero no autoridad ¡y así le van las cosas a este mundo!

  1. After studying a few of the web site articles on the site right now, i actually such as your strategy of blogging and site-building. My partner and i book-marked that to be able to my personal book mark site listing and can end up being checking back soon. Could you test my site as effectively and also let me know what you believe.

Write a comment:

*

Your email address will not be published.

© 2008 - 2022 Cristo para Todas las Naciones Guatemala