La oración ensancha el corazón, hasta hacerlo capaz de contener el don de Dios. Sin Él, no podemos nada. Las palabras que no procuran la luz de Cristo no hacen más que aumentar en nosotros la oscuridad y la confusión.
Orar a Cristo es amarlo y amarlo significa cumplir sus palabras. La oración significa para mí la posibilidad de unirme a Cristo las 24 horas del día para vivir con Él, en Él y para Él.
Si oramos, creemos. Si creemos, amamos. Si amamos, servimos.
Acompañenos en este estudio Bíblico los días sábado 7 y 21 de septiembre en nuestras oficinas, 7a avénida